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02.03.2020 Críticas  
Un pedazo de Broadway en el Tívoli

Se aloja durante algo más de un mes en el Teatre Tívoli de Barcelona A chorus line, el musical concebido por Michael Bennet con libreto de James Kirkwood y Nicholas Dante, música de Marvin Hamlisch y letras de Edward Kleban, con el que Antonio Banderas ha inaugurado el malagueño teatro que reabrió el pasado año bautizado como el Soho CaixaBank.

Una de las razones por las que Banderas arrancó el proyecto de reapertura del espacio antiguamente conocido como Teatro Alameda fue, entre otras, poderle dar una oportunidad a jóvenes actores y actrices que a veces encuentran difícil encontrar oportunidades en el mundo de la interpretación. Para ese cometido, que mejor que abrir de nuevo las puertas del inmenso local (casi 900 localidades) con una función que trata justamente de la lucha individual de varios chicos y chicas por conseguir un lugar, aunque sea muy pequeño, en una de las tantas propuestas que ofrece la 42nd de Broadway.

El musical (estrenado en el año 1975) contaba con la curiosa anécdota de haberse inspirado en las experiencias reales del elenco original. Una de ellas fue Baayork Lee, quien en aquella época era parte del reparto e interpretaba a Connie Wong, y con la que Banderas ha contado en la reposición de la dirección que corre a cargo de ambos y a la que también ha encargado la supervisión de la coreografía, que ha mantenido como la original.

Este es un proyecto ambicioso y Banderas reconoce que se ha dejado el alma y el dinero en ello, pero el resultado ha valido totalmente el esfuerzo. Un total de 29 actores y actrices en el escenario, que bailan siguiendo con enorme precisión la coreografía a la vez que cantan temas como el ‘I hope I get it’, el ‘What I did for love’, el fuertemente aplaudido (y con razón) ‘Nada’ de Estibalitz Ruiz como Diana o el tema central ‘One’ que resuena con una extraordinaria fuerza y que hace vibrar toda la platea. Aunque alguno de ellos quedan un poco por debajo de la exigencia vocal de un montaje así, como es el caso de Sarah Schielke en el papel de Cassey de quien percibimos algo de desafinación en su tema ‘The music and the mirror’ pero que, sin embargo, en su baile en solitario con los espejos nos deja uno de los mejores números, en general, el resultado es excelente y muy por encima de otros musicales que han pasado por la ciudad. A esto se le suma una orquesta en directo desde el foso de 15 músicos dirigidos de forma impecable por Arturo Díez-Boscovich que suena perfectamente a nivel musical y de coordinación.

En los aspectos técnicos, el vestuario diseñado por Theoni V. Aldrege es acorde a los 70, época del estreno, pero sin sentirse anticuado, y al final se desata en una atractiva explosión de brillos dorados que pone un magnífico broche a la noche. Y la escenografía de Robin Wagner, muy austera, compuesta de paneles negros que van cambiando a espejos depende de la ocasión pero que, aún siguiendo la línea sencilla, se adapta a cada momento de la obra y cede importancia a los intérpretes y a la iluminación, originalmente a cargo de Tharon Musser y que ha adaptado aquí Carlos Torrijos y que es esencial en este montaje, donde gracias a ella se eleva tanto al conjunto como a los individuos y que baila junto a ellos y junto a los diferentes estilos musicales.

Reconozco que uno de los mayores atractivos de la producción española de A chorus line era poder ver al propio Antonio Banderas interpretando teatro como Zach, el director de casting, pero que debido a sus compromisos solo ha podido estar durante las funciones que han tenido lugar en Málaga. En su lugar, Pablo Puyol toma el relevo para hacer ese papel durante la gira que van a llevar a cabo por el territorio español. Y, aunque no voy a poder comparar (ni tampoco es bueno hacerlo), se ha de reconocer que Puyol, como cantante y bailarín cubre exitosamente su parte en este musical que, en realidad, es coral y en donde todos tienen gran relevancia.

Banderas nos ha traído un pedacito de Broadway a España y lo ha hecho con tanta calidad, tanto esmero, y donde se respira tanto amor y respeto por el teatro que es normal que el día del estreno toda la platea hiciera ‘standing ovation’. Ya hace mucho tiempo que digo que este no es mi género teatral favorito, pero reconozco que es que, a veces, en algunas producciones me falta ver la seriedad y profesionalidad que se respira en A chorus line. Cuando consigo verlo, la cosa cambia y mi opinión hacia el género también. Antonio, muchas gracias por ello; puedes sentirte plenamente orgulloso por lo que has conseguido.

Crítica realizada por Diana Limones

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