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25.02.2020 Críticas  
¿Quiénes son los más huérfanos?

La Cia La Niña Bonita presenta en la sala Versus Glòries de Barcelona una magnífica adaptación de la obra del off-Broadway Amy & The Orphans. Amy es una chica con síndrome de down que sabe lo que quiere, no duda de nada, sabe como es, donde pertenece. Algo que muchos no llegan a saber nunca y que ella tiene muy claro.

Dirigida por Xavi Àlvarez y Neus Suñé,Amy & the orphans es una apuesta teatral que sorprende gratamente. Con una guión sencillo pero directo, la Cia La Niña Bonita nos da un revés con la mano abierta para mostrar parte de un mundo que muchos desconocen o que, sencillamente, no se preocupan en conocer y (sobretodo) comprender.

Tras la muerte de su padre, dos hermanos (Roser Batalla y Herminio Avilés) con muy dudosa estabilidad emocional se reúnen con Amy (Odile Fernández), su cinéfila hermana, que lleva internada toda su vida en una residencia para personas con síndrome de Down. Los tres juntos más la inesperada presencia de Kathy (Neus Suñé), la cuidadora de Amy, se embarcan en un viaje en coche por la autopista. En el camino se encontrarán con centros comerciales, retenciones de tráfico y algún que otro drama familiar. Encerrados en un karaoke en el restaurante favorito de su padre, se revela el evento que cambió sus vidas y la realidad indiscutible que Amy es la única de todos ellos que sabe exactamente lo que quiere.

Aunque, en sí, la obra trata de la figura de Amy y su mundo, el texto va más allá. Con ella como hilo central de la historia, nos encontramos una família disfuncional y muy perdida. Los hermanos, distantes entre sí (hace años que no se ven y casi ni se han dirigido la palabra durante este tiempo), se ven forzados a juntarse para el funeral del patriarca. Esto incluye verse cara a cara, afrontar celos, rencores, reproches… Pero también hay que recoger a Amy, su hermana, de la residencia en la que la tienen abandonada. No puede perderse el funeral de su padre.

La autora estadounidense Lindsey Ferrentino dedicó esta obra a su tía muerta Amy Jacobs. La autora escribe una pieza en la que no existen ni jueces, ni culpables, ni víctimas y en la que no hay lugar para la actitud paternalista. Así nos encontramos frente a una comedia / road-trip con un ritmo vertiginoso y con unos diálogos al más puro estilo Neil Simon. Bajo este (supuesto) plato fácil de digerir nos encontramos con una obra que aborda el trato inhumano que recibían las personas ingresadas en las residencias estatales estadounidenses y la (casi nula) relación de la família con ellos, quienes los abandonaban en las residencias para no tener que ocuparse ellos y quitarse el marrón de encima. Amy & the orphans reivindica esta diversidad intelectual y el reconocimiento de las personas con ella.

Roser Batalla y Herminio Avilés bordan los personajes de hermanos solitarios y narcisistas que solo se preocupan por ellos y sus propias neuras. Nadie es más importante y nadie ha sufrido tanto como ellos. Incluso Amy, fantásticamente interpretada por Odile Fernández, que ha sido totalmente abandonada por su propia familia en una residencia, parece haber sufrido menos. Esta tremendista mentalidad de los hermanos nos muestra que Amy es la más cuerda de todos. Ahora ambos quieren protegerla (del gran golpe que la muerte de su padre puede suponerle), pero ella se desmarca como la más fuerte de todos. Sabe lo ocurrido, se lo han explicado. Por eso, lo acepta, lo comprende. Sí, tiene Síndrome de Down y, como la mayoría, tienes sus fijaciones (en su caso, las películas y los videojuegos) pero es la que más se entera de todo, la más sincera y, al parecer, la más adulta de los tres (por mucho que a ellos les pese). Ella vive su vida, sabe lo que tiene, y no necesita la tutela ni la ayuda de nadie. Se vale por si sola.

Por otro lado, encontramos a Kathy (Neus Suñé), la histriónica, punzante y deslenguada cuidadora de Amy que, por ley, va donde Amy vaya. No se mueve de su lado y, ciertamente, actúa como la verdadera hermana de Amy. Ella la cuida, la ayuda y la trata como lo que es: una adulta en pleno derecho. La perfecta interpretación de Neus Suñé nos llevará a visitar todos los planos de nuestros sentimientos. Nos hará reír (muchísimo) pero también hará que estemos tristes, comprensivos, que se nos caiga la lágrima y entendamos un poco más de la vida de una persona con Síndrome de down.

Kathy y el trío de hermanos son el punto fuerte de la obra. Todas llevan el papel tan bien marcado e interiorizado que, en varios momentos, dejas de pensar que estás en un teatro. Si bien los chascarrillos de Kathy nos lo recuerdan cada cierto tiempo, el ambiente dramático que crean nos introduce en su mundo rápidamente haciéndonos totalmente partícipes.

Por su parte, y como escenas retrospectivas en la historia, Lorea Uresberueta y Xavi Àlvarez interpretan a los padres de los tres hermanos. Sus escenas nos ayudan a entender gran parte de la historia que se nos explica en dos planos temporales: el tiempo actual de los hermanos, y el pasado, cuando los padres se conocieron de jóvenes. Como decía, una ayuda para posicionar el guión, pero que se pierde bajo la historia principal.

La escenografía (Paula Font) y el vestuario de la sala es perfecto. Minimalista, con el atrezzo justo para que nos metamos de lleno en la historia. La iluminación, por su parte, está muy bien diseñada, haciendo que cambiemos del aeropuerto, a la clínica, a la carretera o al karaoke con unas transiciones sutiles y efectivas. Cada lugar tiene su marcada iluminación y eso es de agradecer; bravo por Ganecha Gil.

En sí, Amy & the orphans nos deja claro que la diversidad intelectual existe y que aún hay gente que sigue sin comprenderla. Piensan que una persona con Síndrome de Down no es adulta, que no es plenamente consciente de su vida que hay que recluirla porque molesta a la sociedad. Ese pensamiento arcaico queda pisoteado con esta obra en la que Amy es la más adulta de todos. Sí, como todos, Amy tiene sus cosas, sus neuras, pero no es menos adulta que tú o que yo. Posiblemente, por lo que se ha obligado a vivir, lo es más.

Crítica realizada por Norman Marsà

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