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25.02.2020 Críticas  
Manuel de utilidad del amor romántico (en tiempos de crisis)

El Teatre Lliure ha acogido la estancia en Barcelona de La espuma de los días. Propuesta escrita y dirigida por María Velasco que plantea un interesante e incendiario diálogo con respecto al original de Boris Vian y que apuesta por el entendimiento entre texto y movimiento renunciando al embellecimiento insustancial pero nunca a la poética ni a su función estética.

Lo primero que encontramos al visitar este espectáculo es una autora con una esmerada capacidad para crear imágenes dramáticas a modo de ideograma escénico. Sin miedo a navegar por una densidad tupida y retadora pero nunca impenetrable se plantean ideas ya sea a partir del discurso de los protagonistas (monólogos e interacciones mediante líneas de diálogo), el movimiento escénico y la coreografía, el uso y modificación del espacio y los elementos que lo ocupan (y con los que interactúan también los intérpretes) y las demás disciplinas que participan de la puesta en escena. Textos que podrían considerarse ensayos, idearios o tratados sobre el estado de los asuntos convenidos y que tienen seguro un gran valor literario y exactitud rigurosa en las materias evocadas. Un texto que sabe identificar y discernir la intención de la obra primera y desmenuzarla de la forma y el estilo para confrontarla con la realidad eventual de la sociedad actual heredera de la de entonces y la (im)posibilidad de disfrutar o protagonizar una historia de amor en una ciudad en la que sus habitantes somos equiparados a roedores que siempre corren en una misma rueda.

En este contexto, ¿qué espacio queda para el amor romántico? ¿Qué significa eso a día de hoy? ¿Qué tiene Chloé que decir y cuál es su punto de vista y su posicionamiento ante la enfermedad y la podredumbre? ¿Y ante el fin o la crisis del cuerpo y del planeta? Medio ambiente, economía y ¿amor? Curiosa la coincidencia hace pocos días en cartelera con Amor pur de Albert Mestres, que de un modo también particular y multilingüe a nivel escénico trataba estos temas. La espuma de los días sería el equivalente al teatro de lo que se llamaba novela de tesis hace un tiempo. Desarrollo de ideas y connotación de credo. Las afecciones y dolencias de los personajes de Vian estarán también en los de Velasco, aunque ésta las traslada además al sistema y al núcleo urbano. Muy bien (re)dibujadas las relaciones entre distintos personajes, así como su clase y condición. Aquí no se patinará ni se escuchará a Duke Ellington todo el día y a la ligera. Lo que sí se mantiene es la lucidez de Vian cuando decidió evitar esta vertiente más lúdica en el contexto de la historia de amor. En el caso que nos ocupa se evidenciará la extrema dificultad romántica tanto de aborígenes como (y especialmente) de foráneos.

Esto se traslada al espacio escénico de Marcos Carazo y a la iluminación de Antoine Forgeron. Un diseño diáfano en el que conviven lo sórdido, ruin y mezquino con lo más evocador. Gravilla que bien podría marcar la arena de una playa de ruinas cuyo litoral sea una moqueta o alfombra atrofiada. Espacio lo más vacío posible (aunque nunca tendremos esa sensación) para que los cuerpos que lo habitan puedan moverse con amplitud y según las necesidades de dirección y la coreografía de Lola Giménez. Mención para el sonido y las mezclas de Adolfo García y ese maravillosa y definitiva aproximación final a la electrónica, capaz de trasladarnos al punto exacto de desasosiego que nos empuje a vivir la vida con (y contra) todas sus consecuencias. A este respecto, gran hallazgo también el cañón de espuma. Cuando la asfixia va ganando terreno, festival desbocado y fuera de control. Aportaciones que nos aproximan a un teatro performativo, algo que refuerza el inspirado vestuario de Daniel Voltta, muy acorde a esas aludidas poética y estética tan truculentas por dentro como por fuera. Olvidémonos pues de los pianos mezcladores de cócteles y los neologismos y cambios incongruentes. Aquí se jugará con las palabras pero para desarrollar las ideas e imágenes que hemos ido explicando.

La dirección de intérpretes integra bastante bien los distintos elementos y tendencias convocadas. Si bien es cierto que en algunos momentos el ritmo puede parecer algo lánguido no lo es menos que esta decisión consigue plasmar el hastío vital y estado de ánimo de los protagonistas. Lola Jiménez integra en su trabajo coreografía, texto e intención transmitiendo ese matiz doliente que requiere su personaje. Elocuente y expresiva también desde la contención en la elocución y la efusividad de los movimientos. Miguel Ángel Altet consigue imprimir una personalidad característica a Colin, especialmente por su aproximación al texto y su trabajo corporal. Fabián Agusto Gómez Bohórquez logra introducirnos en la naturaleza combativa de la pieza y en su relación con el material de partida desde un primer momento y, a su vez, Natalie Pinot se convierte en presencia escénica idónea para reflejar esta doble vertiente entre lo tangible y lo más ilusorio. Muy destacable la naturalización y espontaneidad de los desnudos para aportar y explicar también la historia y a los personajes, sin duda un punto fuerte de la visión/dirección de María.

Finalmente, La espuma de los días no solo aporta un punto de vista imprevisto hacia la obra original sino que se convierte en un muy anárquico y desacomplejado ejercicio de apropiación del manuscrito de Vian. Velasco increpa, cuestiona y re-sitúa sin escupir sobre la tumba del autor pero sí sobre cualquier idea, planteamiento o connotación que caiga en contradicción con la realidad del aquí y ahora de un París que bien podría ser cualquiera de nuestras metrópolis. Una visita, la de Velasco, que ha tardado en llegar a nuestros escenarios y que esperamos sea la primera de muchas a corto, medio y largo plazo. Solo hace falta ojear la cartelera de nuestra vecina Madrid para encontrar proyectos y posibilidades de intercambio. Se agradece la iniciativa y esperamos con ganas el próximo encuentro.

Crítica realizada por Fernando Solla

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