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26.02.2020 Críticas  
El inevitable teatro de Broggi

Se me antoja cada vez más necesario, temporada tras temporada, el teatro que realiza Oriol Broggi desde su compañía La Perla 29 y que casi siempre presenta en la Biblioteca de Catalunya de Barcelona. Ahora ha estrenado Només la fi del món del autor Jean-Luc Lagarce, apenas conocido e interpretado en la ciudad.

Broggi, siempre tan sumamente elegante y poético en sus montajes, vuelve a entregar al público de la Biblioteca un teatro de texto que, ante todo, se regodea en la palabra. Només la fi del món trata sobre un escritor, Louis, que está a punto de morir y que vuelve al hogar de su familia, al pueblo de donde salió años ha, para reencontrarse con ellos y darles la noticia. Pero sobretodo, trata de decir y de escuchar. De la necesidad de expresar lo que uno siente, antes de que sea demasiado tarde aunque uno ni siquiera lo sepa. Y, sobretodo, cuando uno no sabe dice lo que verdaderamente piensa.

En el caso de Louis, su familia tiene mucho que decir. Decirle al hijo, al hermano, todo lo que han callado durante años. Sacar hacia fuera el resentimiento, el dolor acumulado por la temprana marcha de Louis de aquel lugar. Tanto, que a Louis solo le queda que escuchar. Escuchar a su madre hablar, sentir los llantos de su hermana Suzanne, aceptar los reproches de su hermano Antoine y aguantar la infelicidad de su cuñada Catherine. Tanto, que al final se vuelve a marchar. De nuevo se va, ocultando la noticia que venía a dar.

La historia de Lagarce no lleva a ningún fin. Ni en esa tarde ocurren grandes eventos. Lagarce solamente expone, por un lado, el sentimiento de alguien que sabe que llega a su fin (él mismo escribió la obra consciente de que iba a morir). Y, por el otro, dibuja de forma inusual y con gran riqueza de palabras el carácter de una familia (que bien podría ser la de cualquier otro) a través de regresiones en el texto, correcciones de los propios personajes sobre sí mismos o diferentes tiempos verbales para una misma expresión. Para conseguir esto, el concienzudo trabajo de traducción de la dramaturgia que ha realizado Ramon Vila ha sido esencial. Y el resultado ha sido excelente.

En una escenografía prácticamente desnuda (más de lo habitual en Broggi) los personajes adquieren aún más relevancia. Solo unos cuantos accesorios y el trabajo de iluminación de Pep Barcons, con el que el director ha vuelto a contar una vez más. Con nada que se les interponga, más allá de una silla o una fina tela, la familia queda sola, unos ante otros. Y todos ante Louis. Esto queda muy bien coreografiado en las escenas en que Louis tiene que aguantar el peso de los reproches de cada miembro de su familia o las miradas, algunas de juicio, de todos a la vez.

David Vert es Louis. Y su Louis es uno al que se le han consumido las esperanzas, al que solo le queda el cariño previo a la última despedida combinado con la rabia y el odio del que se siente acabado. En Només la fi del món, Vert no solo tiene el don de la palabra. También nos muestra su talento para el silencio. Su habilidad para sostener largas escuchas. Su interpretación (tanto cuando habla como cuando no) nos emociona, nos llena de tristeza pero nos da paz y consigue, sin duda alguna, nuestra simpatía. Es evidente, también, que Broggi ha seleccionado cuidadosamente al resto del elenco, a la familia de Louis. Todos y cada uno de ellos ejecutan su personaje con la delicadeza (aún siendo personajes de marcadas personalidades) que desprenden las obras de Broggi. Sergi Torrecilla, quien lleva el peso de la inferioridad a sus espaldas, escupe su frustración hacia su hermano hasta llevarle a la enfrontación. Clàudia Benito es una Suzanne que ejerce de perfecta hermana pequeña. Demuestra su necesidad de protección, su lado mimado, su admiración por el mayor y su enorme tristeza por la soledad que le toca vivir. Muntsa Alcañiz es la madre y diciendo eso se abarca prácticamente todo. Es bonito ver convivir varias generaciones de actores en escena y los montajes de Broggi lo consiguen con frecuencia. Finalmente, Màrcia Cisteró en el papel de la cuñada, es de esas actrices de enorme calidad en presencia y en dicción y que sabes que nunca te van a fallar.

Louis está llegando a su inminente e irremediable muerte. Esta crítica llega a su inminente e irremediable fin. Y mientras llega, paladeo este nuevo montaje de La Perla 29 que he esperado con anhelo desde hace meses. Me identifico con este teatro. El de las palabras y las sensaciones. El de la luz cálida y las letras de canción profundas. El de remover emociones y el de hacerme sentir. Pequeñas obras de arte que atesoro para siempre recordar. Mientras repaso el clip promocional, derramo una última lágrima por Louis. Gracias Oriol. Gracias David. Gracias Sergi. Gracias Clàudia, Muntsa y Màrcia. Y, aunque ya no me puedas oír, gracias Jean-Luc.

Crítica realizada por Diana Limones

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