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07.02.2020 Críticas  
Siete canciones y una Sinfonía

El pasado 2 de Febrero, el Teatro Guimerá acogió a la Camerata RCO con motivo del 36 Festival Internacional de música de Canarias. Como director contamos con Lucas Macías, así como con la presencia de la magnífica soprano Judith van Wanroij para la interpretación de los textos cantados.

El programa estuvo compuesto por tres composiciones. Bagatelles, opus 47, B.79 de A. Dvorák, Sieben frühe Lieder (Siete canciones temprana, versión Cámara) de A. Berg y, tras una pausa, la Sinfonía nº4 en Sol mayor (versión Cámara) de G. Mahler. De todas ellas destacó el carácter romántico y melódico, harmonizando una misma temática entre las tres. Y sin embargo, la velada estuvo llena de contrastes.

Comenzó con la interpretación de las Bagatelles de Antoni Dvorák, cinco piezas compuesta para 2 violines, chelo y armonio, que en este caso no sorprendieron con un fantástico acordeón. Y fue en el acordeón el que se mostró con un mayor carácter y exuberancia. Con melodías llenas de júbilo, el quinteto se mostró lleno de inspiración al ilustrarnos con una función llena de expresividad y energía.

Podríamos decir que las siete canciones tempranas de Alban Berg son encantadoras estampas escritas durante unas vacaciones de verano para circunstancias domésticas, pero con una rica atmósfera romántica que matiza estos arreglos para orquestas de cámara. La voz de temperamental de la soprano Judith van Wanroij las trajo maravillosamente a la vida, sinuosas y mercuriales mientras que los intérpretes crearon un panorama misterioso e incluso amenazador. Van Wanroij habitó cada una de las piezas, siniestra en su primer tema, titulado Nacht, y cerrando de manera perfecta con las insinuaciones Wagnerianas del Sommertages, evocaron la melancolía de las tardes de verano.

Tras la pausa, la Sinfonía nº 4 en Sol mayor de Mahler llevó la velada a su apogeo. La Camerata RCO, entregada al máximo, consumó una versión conquistadora, dotando a los cuatro movimientos de un color vívido y de una homogeneidad coherente. La lectura se caracterizó por los matices y demostrando la efectividad de la atmósfera creada por Lucas Macías, cuya dirección calmada pero enérgica se basó en la tensión rítmica y el realzado de las voces esenciales toda la sinfonía. Van Wanroij desarrolló con suma precisión y belleza los versos de Das himmlische Leben, quien con una voz canora transmutó el compendio de voces celestiales en pura armonía melódica, característica de Mahler.

Fueron todos estos gestos los que favorecieron a un desarrollo tan inesperado como sublime. Una combinación sin duda arrebatadora, gracias a su capacidad de ligar lo épico con lo romántico, de traer al presente la belleza de la naturaleza a través de la música.

Crítica realizada por Darnell González

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