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05.02.2020 Críticas  
Belleza en la tragedia

Catarsis de emociones en la Sala Francisco Nieva del Centro Dramático Nacional. Como una perra en un descampado es la emocionante historia personal de Clàudia Cedó en su versión en castellano. Estrenada en catalán en la Sala Beckett, nos llegaban las noticias de lo impresionante del montaje. Ahora, por fin, lo podemos corroborar.

Contar una historia personal tan íntima, tan desgarradora, sin caer en el maniqueo drama de película de sábado tarde es tan difícil, pero tan inspirador cuando ocurre, que sentarse a ver Como una perra en un descampado es una de las experiencias más conmovedoras de los últimos tiempos.

Una mujer, que por una terrible complicación en su primer embarazo, con todos los factores en contra, debe decidir por la vida de su hijo y la suya misma. El corazón del pequeño late pero las posibles consecuencias de seguir adelante con el embarazo de riesgo, no solo ponen el peligro la vida del pequeño, sino las de la madre misma. Una decisión que solo puede tomar ella, debe firmar el papel y atenerse a las consecuencias y a los fantasmas. Los fantasmas de las decisiones, aquí en forma de sombra oscura que recorre el descampado vital de la protagonista. El descampado lleno de objetos abandonados, de basura. Metáfora de la vida misma. Todos tenemos nuestro descampado, que puede llegar a ser infinitamente bello cuando se ilumina y las sombras se disipan.

El texto de Clàudia Cedó es de una belleza dolorosa. Ha jugado a poner en escena los pensamientos y miedos de Júlia. En forma de personaje que se enfrenta a la protagonista, que la traiciona, tal y como nuestros miedos nos hacen cada día, ante cualquier decisión. Un texto que cuenta esa tragedia desde un sitio tan bello, tan apetecible. Con dosis justas de desenfado, dando en la tecla precisa de la emoción.

En escena, como no podía ser de otra manera, un descampado ideado por Max Glaenzel. En principio una serie de neumáticos abandonados, latas, basura sin más. Pero que se revela de una belleza etérea, flotante y mágica.

Para contar esta historia tan personal, la dirección de Sergi Belbel es un acierto. Ritmo constante, interés que no decae. Para ello un elenco que es una piña. Maria Rodríguez como Júlia es digna de todos los premios posibles. Condensar tantas emociones dispares, saltando de una a otra en cuestión de segundos. Un trabajo de una calidad sublime, que exige una entrega incuestionable. Vicky Luengo es Júlia 2 (aunque se alterna con Maria Rodríguez en el papel de Júlia 1 en algunas funciones). Vicky juega perfectamente el papel incomodo de los miedos, esa conciencia que muchas veces nos lleva a hundirnos, o que nos hace recrearnos demasiado en nuestros fantasmas. Aun así, fundamental recordar para salir adelante. Anna Barrachina aporta una solidez de actriz de teatro consumada, en un abanico de papeles que borda. Menuda calidad artística tiene esta actriz poco vista en los escenarios madrileños. David Menéndez es Pau, la pareja de Júlia, un contrapunto tierno, entregado, un derroche de buen hacer. Queralt Casasayas en otro buen ramillete de personajes que desarrolla entre lo divertido de algunos, la enfermera en prácticas es desternillante, y otros más contenidos. Todos ajustados de tono. Xavi Ricart en el papel de padre y director teatral se luce al igual que todo el reparto. Pocas veces se encuentra un elenco con tan buen tono, en el que todos, absolutamente todos estén excelentes y al servicio de la historia.

Como una perra en un descampado debería entrar a formar parte de esas obras contemporáneas que triunfen a nivel internacional. Su perfecto tono de drama y catarsis la hace consagrarse como de lo mejor de los últimos tiempos. Aunque escrita originalmente en catalán, no resiente su paso al castellano. (Aunque teniendo al elenco catalán habría sido fantástico que el CDN hubiera programado alguna sesión en catalán con sobre títulos, poco a poco llegaremos a eso, por lo menos vamos recuperando el puente aéreo teatral).

Según iban pasando los minutos y las escenas, me descubrí sin parpadear y con los ojos inundados de emoción. Hay algo de emoción colectiva, tan real, tan reconfortante. Creo que no fui el único que en algún momento se habría levantado de la butaca y habría ido a abrazar a Júlia y Pau. Nuestro descampado es uno, todos somos perras en descampados, con nuestras miserias, nuestros errores. Solo nosotros podremos iluminar nuestro descampado y verlo bello. Gritarlo a los cuatro vientos y vivir.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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