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21.01.2020 Críticas  
Dos almas en escena

Nuria Espert visita estos días el Teatre Romea de Barcelona con un clásico de la literatura: Romancero Gitano. Dirigida por Lluís Pasqual, el sencillo pero sentido montaje, nos muestra una colección de las poesías de Federico García Lorca en voz de la actriz catalana que vuelve al escenario que la vio debutar.

Nuria Espert, reconocida con el premio Especial Europa de teatro el 2018 por su extraordinaria trayectoria en los ámbitos de la interpretación y la dirección escénica vuelve al Teatro Romea, al cual debutó como actriz con trece años, con Romancero gitano, un espectáculo creado para ella por otra de las personalidades más relevantes de la escena internacional, Lluís Pasqual.

En Romancero Gitano, disfrutamos de los versos y las explicaciones con que el poeta y dramaturgo más universal en lengua castellana, Lorca, acostumbraba a presentar la lectura de sus obras que se combinan con los recuerdos de vida de la actriz, de sus interpretaciones y las de Margarida Xirgu de las grandes protagonistas lorquianas como Mariana Pineda o la madre de Bodas de sangre.

Escuchar a Nuria Espert recitar Lorca es algo que todo amante del teatro debería hacer. Es de esas obras que escribirías en mayúsculas, remarcarías en negrita y subrayarías con rotulador fluorescente para no olvidar acudir.

El buen hacer de Nuria Espert, su impecable recitar, sus pausas marcadas, sus vaivenes por el escenario, su mirada punzante al espectador y la intensidad que vuelve tangible con cada uno de los versos de Lorca… hace que admiremos su talante en escena. Ni una simple tos se escuchó en sala el día del estreno (no puedo decir lo mismo de los teléfonos móviles; algo que ya roza la vergüenza).

El aire que se respiraba en la sala era de absoluta admiración. Admiración por una actriz que ha pasado su vida en las tablas pero, también, admiración por los versos de un gran poeta y dramaturgo. Un artista reprimido, perseguido y asesinado que nunca dejó de expresar sus opiniones y mostrar su verdad. Sus palabras destilan sentimiento, su prosa juega a hacernos ver el mundo desde sus ojos de una forma tan meticulosa que podemos crearnos una imagen clara en nuestra mente mientras escudriñamos los recovecos de su lírica.

El diseño de iluminación de Pascal Merat y la escenografía utilizada en escena remarca aún más esa calidez y cercanía que el espectáculo trata de impregnar en el espectador y ayudan a separar la lírica del escritor de las vivencias de la actriz. Luces cálidas para la prosa, luces (algo) más frías en las explicaciones de la actriz. Aun así, sentada en una supuesta fila cero del Teatre Romea, Nuria Espert nos habla de tú a tú con una sinceridad admirable. No puedo dejar de escuchar.

Y es que Lluís Pasqual ha sabido unir dos almas en escena que nos dejan con ganas de más. Su dirección es sencilla pero harto efectiva. No se necesitan más para llegar donde se llega. Mientras Espert recita a Lorca, este está presente. Mientras Lorca es recitado por Espert, el espectáculo rebosa vida y verdad. Cada palabra que la actriz expresa, cada movimiento, remarca el anterior. Cada prosa, cada verso, pide libertad. ¡Bravo!

Crítica realizada por Norman Marsà

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