novedades
 SEARCH   
 
 

24.01.2020 Críticas  
La superviviente

Antonio C. Guijosa es el autor y director de Solo un metro de distancia, su primer texto, que se representa hasta el día 1 de febrero en la Sala Cuarta Pared de Madrid. En esta ocasión, cuenta con Ana Mayo, Beatriz Grimaldos, Muriel Sánchez y Camila Viyuela, para dar voz a Inma, víctima de abusos sexuales durante la infancia.

Se trata de una obra a cuatro voces en que las actrices transmiten con cada palabra el dolor en la vida de Inma, la carga del pasado, convirtiéndose simultáneamente en las narradoras, las diferentes partes de la protagonista y los personajes que la acompañan en su proceso de sanación. Guijosa, que dirigió la premiada Iphigenia en Vallecas, ha escrito un texto durísimo y bellísimo a partes iguales, y ante todo, vivo, que contiene toda la poesía que pudiera describir los mecanismos del trauma y el mundo interior de la niña dañada, indefensa, alerta y huidiza.

Todo comienza ante el mar, cuando su hermana le anuncia que está embarazada. En ese momento concreto, descubre el recuerdo, y es que el trauma lo había bloqueado; también ella misma lo había hecho, estudiando y trabajando sin descanso como abogada. Y, ahora, mediante el dolor, que solo le pertenece a ella y a nadie más; «toda ella es dolor”, recitan las actrices. Y luego el hospital, las nuevas relaciones, y la batalla del ser humano herido, que desea callar y gritar al mismo tiempo.

La sobriedad contribuye a reforzar el relato y el texto, todas y cada una de las palabras que las actrices emiten y que se cuelan por entre el patio de butacas, punzantes y dulces, activando la imaginación del espectador. En el escenario, solamente una ventana enorme, con cortinas que se abren y se cierran dependiendo del estado emocional de Inma, y en cuyo fondo negro se reflejan los cuadros en que se divide la obra. Quizá es una ventana que descubre el recuerdo, una ventana a través de la que la niña se evadía, una ventana hacia el exterior, hacia el mar, hacia la sanación. Alrededor, cuatro sillas que las intérpretes mueven creado los diferentes escenarios: una ambulancia, un hospital, la consulta de una psicóloga, un bar, o su casa.

Inma tendrá que enfrentarse al rechazo, a la culpa y a la vergüenza, al vacío y a la suciedad, y también a sus seres queridos, que exigirán su presencia constante, su amor por encima del dolor, su perdón ante la injusticia que salpica a la víctima y a todos los demás. Especialmente emotivo es el monólogo en que admite haberse escondido y protegido toda su vida: Beatriz Grimaldos y Camila Viyuela tocan con piano y violín la melodía de la canción Titanium, de David Guetta y Sia, que canta Muriel Sánchez con toda la emoción que uno pudiera imaginarse mientras la letra en español se refleja en la pantalla frente al espectador y nos habla de una auténtica superviviente.

Inma se confiesa ante nosotros en uno de los momentos más poéticos y dolorosos de la función a partir del que Ana Mayo asumirá el personaje de Inma durante el resto de la representación. Acompañada por la música y la luz tenue, Mayo recita, roza, susurra cada palabra de la protagonista: habla de su incapacidad para sentir en primera persona, y, al fin y al cabo de la somatización y de la despersonalización, el mecanismo de evasión que probablemente desarrolló durante los abusos, que da título a la obra, y que las actrices mencionan al comienzo de la obra; explican que es como “estar sin estar”, como si tu cuerpo estuviera aquí y tú te encontraras realmente a un metro de distancia; habla también de su pérdida prematura de la inocencia, del robo de su presente, porque cada caricia, dice, es la de su pasado y siente como todo su cuerpo se transforma en una alcantarilla, ese cuerpo que todo lo registra y que todo lo cuenta.

Solo un metro de distancia es un trabajo de equipo y de coordinación impresionante, detrás del cual se adivinan corazón y ganas de transmitir una historia y una experiencia real, sin caer en el sentimentalismo o el optimismo imbécil. En la obra cabe incluso el humor, la mención a la serie Hospital Central, al actor Robin Williams y a la película El indomable Will Hunting; y es que este teatro involucra al espectador, le seduce, como una brisa marina. O con esa sensación al menos salí yo de la sala. Excelentes y entregadas interpretaciones y teatro para pensar, para recapacitar sobre el dolor que solo es del otro y que no podemos entender sin haberlo experimentado, sobre la experiencia intransferible, la aceptación del trauma y la liberación, día a día, sobre la empatía y la paciencia, y sobre la resiliencia del ser humano y su complejidad, más allá de un conjunto de conductas.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES