El pasado 14 de diciembre, Ópera de Tenerife presentó en el Auditorio de Tenerife un programa con dos óperas en versión de concierto compuestas por autores austríacos del pasado siglo XX. En la batuta, el director y compositor Pedro Halffter dirigió a la Sinfónica de Tenerife.
Las dos óperas, Der Diktator y Der Kaiser von Atlantis, aluden como personajes centrales a Benito Mussolini y a Adolf Hitler desde el humor ácido y satírico. Pero son a la vez un canto desesperado por apelar a la belleza que sigue existiendo a pesar del horror que nos rodea y recordarnos que hay elementos que nada ni nadie podrán destruir y que debemos aferrarnos a ellos para no perdernos en el dolor.
Der Diktator, obra de un acto y dos escenas y compuesta por Ernst Krenek, inició la noche. Halffter realizó una dirección decidida y elegante acorde con el realismo del que se caracterizaba la obra.
Al frente del público y dotados con solo sus voces, se encontraban cuatro personajes principales: el barítono Bruno Taddia, quien defendió el rol del Dictador a la perfección ya que, con su voz bien proyectada y potente, logró hacer creíble al personaje de il Duce. La soprano Melody Louledjian, en el papel ficticio de Charlotte, con su magnífica voz aterciopelada, nos ofreció una actuación impecable; tanto en la voz como en la interpretación. La soprano tinerfeña Carmen Acosta deslumbró en su rol de María donde se la pudo ver cómoda. Es una prueba evidente de que Canarias es cuna de buenos cantantes. César Arrieta interpretó al Oficial, víctima de la guerra provocada por el Dictador. Supo transmitir el desasosiego que sentía el personaje al verse ciego de forma irremediable.
Tras el descanso, se retomó la programación con Der Kaiser von Atlantis, composición de Viktor Ullmann y con libreto de Peter Kien. Dicha obra se caracteriza por su simbolismo, humor acerbo y sátira amarga. Se trata de una obra de un acto y cuatro escenas cuyo protagonista es una caricatura de Hitler y los personajes no son seres humanos. La Muerte antagoniza al Kaiser Overall, pero también nos encontramos a un Tamborilero, un Altavoz, una muchacha armada, Bubikopf, un Soldado y un Arlequin.
Escrita cuando sus autores se encontraban en el campo de concentración de Theresienstadt y terminada poco antes de ser estos enviados a Auschwitz (donde fueron asesinados); esta obra medita en temas como el poder totalitario, la benigna necesidad de la muerte, la arrogancia del hombre que pretende ser como Dios y el sueño por un futuro en el que el amor y no la muerte, es inevitable.
De nuevo y frente al público, Bruno Taddia interpretó a Der Kaiser, donde otra vez el personaje se encontraba en consonancia con el intérprete. Taddia demostró una gran fuerza y autoridad en su interpretación del Kaiser pero también supo transmitirnos la locura en la que cae en la escena cuarta, cuando se enfrenta a la Muerte interpretada por Francisco Crespo. Haciendo uso de su tesitura grave, Crespo supo sacar a la luz el orgullo que siente la muerte hacia su trabajo. El Tenor David Astorga, ya un habitual en la Ópera de Tenerife, interpretó a un buen Soldado pero a un mejor Arlequin. Sin embargo, fue sobresaliente el dueto entre él y Melody Louledjian en el rol de Bubikopf. La sinergia entre ambas voces fue exquisita, ya que unificaron la pureza vocal con una excelente precisión, que dió vida a una escena donde el amor triunfó sobre el odio. También cabe destacar al bajo Nicolò Donini como el Altavoz, quien dotó de vida las escenas y fue la principal fuente de sátira hacia la figura del Kaiser. La mezzosoprano Laura Verrecchia, en el papel del Tamborilero, hizo gala de un impresionante torrente de voz.
En el aspecto musical, Der Kaiser es una obra que presenta unas melodías de claro estilo contemporáneo pero que no falla en transmitir la tensión emocional de la que está impregnada. Recordar que esta obra es una alegoría a las injusticias que vivieron sus autores bajo el yugo Nazi, y por lo tanto pretenden ironizar mediante el uso de estilos musicales que se consideraban degenerados y vulgares en la época. Es por eso que se caracterizan de ritmos que se aproximan al jazz y al swing, así como a atonalidades y cacofonías. Es interesante que, enfrentándose a este paradigma, muy fácilmente la orquesta podría llegar a opacar las voces de los intérpretes, y sin embargo, este no fue el caso. Gracias de nuevo a la dirección de Pedro Halffter, la Orquesta sinfónica de Tenerife demostró una vez más el gran nivel con el que cuenta.
Sin duda alguna, el público tuvo el privilegio de disfrutar de dos magníficas óperas que, a pesar de ser poco representadas, no dejan de estar llenas de una gran calidad y de un mensaje significativo.
Crítica realizada por Celia García y Darnell González