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16.12.2019 Críticas  
Quiero morir en una discoteca

El teatro inmersivo cobra cada vez más protagonismo y Verona llega a El Umbral de Primavera, con una adaptación de ‘Romeo y Julieta’, a cargo de Nicolás Pérez Costa, con Alma Vidal (‘Zorras de Patio’) a la dirección adjunta, para introducir al público en ese baile de máscaras que marcó el sino de la adolescente pareja.

Un extenso y jovencísimo elenco encabezado por Marc Bonnín como Romeo y María Lobillo como Julieta, encarnan a todos los personajes de la tragedia shakesperiana, en lo que parece una discoteca, donde se recibe a la audiencia con éxitos pop, purpurina y vestimenta más próxima al steampunk que a la fantasía electrónica que reza el subtítulo de la función.

Tuve la (mala) suerte de acudir al estreno de Verona, con todo lo que ello puede llevar a conllevar: nervios del elenco, desajustes técnicos, accidentes no fatales, una audiencia desconcertada ante la novedad. Se que nada de lo que allí aconteció es como estaba concebido el montaje original estrenado en Argentina por Nicolás Pérez Costa, ni que la sensación con la que yo abandoné a sala, es la que debe uno sentir ante algo tan interesante como el germen de Verona.

En este último año he podido a acudir a varios montajes que llevan la “inmersión” en su ADN, en mayor o menor medida, pero si consideramos no ya el encontrarnos en medio de la acción de forma literal, sino en hacernos formar parte de la historia, invitarnos a participar de lo que les ocurre a los personajes, aunque sea que un actor nos lance un parlamento retórico; este Verona, al menos en a función inaugural, ha sido fallido sin llegar a la catástrofe, pero el objetivo no se ha conseguido.

Puedo entender que esta novedad es para todos (público y artistas), pero cuando las reglas del juego están puestas, y todos allí, invitados o pagando su localidad, y los actores, interpretando sus personajes, las han aceptado, ese juego debe disfrutarse y se deben tomar ciertos riesgos, que no sé si por inexperiencia o vergüenza, los maestros de ceremonias, aka, todos los actores y actrices, deben llevar la batuta, tomar las riendas de una dirección dirigida, e invitar a que haya un ambiente cómodo, seguro y empático en el que la experiencia del teatro en primera persona (al final los asistentes somos invitados a esa fiesta en casa de los Capuleto) sea un goce. Máxime cuando los allí presentes eran familiares y amigos, donde ni siquiera pasarte de confianza estaría mal visto, sino una exigencia del guión. Creo que no se van a encontrar con esta experiencia perdida en ninguna otra función, ya si, con público en su mayoría anónimo (a no ser que al ser muchos tengan muchos amigos que llenen la sala todo el tiempo como está ocurriendo).

Me gustaría referenciar dos experimentos en igualdad de condiciones que, sin llegar a ser perfectos, por la dificultad que implica este formato y la ambición detrás de la compañía madre, son un claro ejemplo a seguir y un ejemplo del que sacar anotaciones mentales: ‘Cuando Tu y Yo’ y ‘Sin Título’, ambos representados esta temporada en Nave 73.

No me gustaría estar desmereciendo el trabajo de nadie, y mucho menos de la dirección del espectáculo (Nicolás, esto ya te lo comenté directamente), pero con este Verona ha sido una ruptura completa de las expectativas, y espero que todas las faltas acontecidas en el estreno, hayan llegado a tiempo de ser corregidas en las funciones que vienen. Cuando algo tiene un punto de partida tan interesante, con tantísimo potencial, y que puede dar tanto de hablar, es un fastidio y una decepción tal como la que siento. No se puede pedir (siempre) que lo que pidas por Aliexpress, y te llegue a casa, sea exactamente igual, pero unos mínimos deben ser cumplidos, y si se me promete una “experiencia electrónica en 360 grados”, quiero que me hagan bailar, quiero no tener claro si soy más Capuleto o Montesco. Quiero que se me ofrezca darle el veneno a Julieta, o que Benvolio me pida bailar un reggeaton lento. Quiero estar sentir que estoy en Verona, y quiero morir en esa discoteca.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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