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09.12.2019 Críticas  
Y con él, llegó la Calma!

El 3 de diciembre, Guillem Albà presentaba Calma! en el Off de La Villarroel de Barcelona. Tras 30 minutos de espera por problemas técnicos (algo que ya nos hizo reflexionar sobre el montaje), las puertas de la sala se abrían para que pudiéramos pasar de un estado de locura transitoria acrecentada por la gran ciudad, al estado de paz más esperado en la butaca de un teatro.

Calma! es el mantra que se extrae de la locura de montaje que Guillem Albà se marca en la sala Barcelonesa. Un mantra que nos muestra (y nos demuestra) durante la escasa hora que dura el montaje, que nos debemos relajar. Dejarnos llevar. Disfrutar de la vida. Porque, la vida, pasa. Y cuando la dejas pasar, estos pequeños momentos de felicidad se pierden y no vuelven.

Creado en colaboración con Alícia Serrat, Marc Angelet y Andreu Martínez, Guillem Albà nos explica, solo y sin palabras, un hecho tan complejo y a la vez tan cotidiano: la prisa. Este «corre siempre» en el que vivimos instalados. Como bien dice: «cuando dejamos de ser pequeños, empezamos a correr. Y desde ese momento, no hemos parado». Y, la verdad, tiene toda la razón. Solo debes pararte 5 minutos sentado en un banco de una plaza cualquiera de tu propia ciudad y ver que todo el mundo corre. Todos tienen prisa. Todos tienen que hacer más. Todos tienen que producir más, ganar más, ser mejores, crecer, evolucionar… Pero, aunque evolucionar y crecer son cosas que nos interesan a todos y que todos debemos hacer, no tienen que estar controladas por el estrés.

La cultura del estrés, que tan de moda está, dirige nuestras vidas y, eso, no podemos negarlo. Todos, en algún momento de la función, nos sentimos reflejados en estas escenas. Escenas llevadas al extremo, a la parodia, pero que son parte de nuestro día a día. Como esos momentos estresantes en que quedas con alguien y, dos segundos antes de llevar, le mandas un mensaje para decirle que estás llegando. Como cuando quedas a hacer un café y no os miráis a la cara porque las redes sociales tienen más vida intrínseca que lo que ocurre en esa mesa de bar. Porque parar a hacer una cerveza con un amigo y revisar el reloj es más importante que escuchar y comprender.

Ese momento en el que intentas focalizarte en hacer algo y no te dejan… bueno, más bien, tú mismo no te dejas. Porque, ¿es tan difícil estar atento a lo que uno hace? ¿a lo que uno disfruta?

Con el clown contemporáneo por bandera y a través de los múltiples recursos que el artista maneja (títeres, gesto, las sombras, la música o el maravilloso movimiento en escena creado y dirigido magistralmente por Ariadna Peya); Albà nos hace cuestionarnos el día a día y el propio viaje vital. ¿Merece la pena correr tanto, si estamos haciendo el que realmente nos llena? Y, en definitiva: si queremos seguir así o queremos cambiarlo. ¿Esto que experimentamos es La Vida? No lo creo. Incluso, Albà, va aun más allá cuando nos incluye en el montaje haciéndonos experimentar junto a él y apretando nuestras tuercas de una forma sencilla e irónica. Lo más tonto del mundo, nos hace reventar (y, sino, que se lo digan a la señora de la primera fila y el momento bolso).

He de decir que, este, es el segundo montaje que disfruto con este mantra durante el mes de Diciembre. Anteriormente, pude sentarme en las butacas del Teatre Tívoli de Barcelona y disfruta del Stand Up Comedy Odio de Dani Rovira. Ambos cómicos nos hablan de lo mismo. De la base del estrés, el odio, la locura incomprendida que nosotros mismos nos infringimos. Si con Dani Rovira pude localizarme en los aspectos de la incomprensión del estrés y la irascibilidad de la sociedad, con Guillem Albà me encontré de nuevo para reflejar mi vida en lo que debe ser; a dónde debe llegar. ¿Qué es lo que me importa a mi? ¿Qué es vivir y disfrutar del mundo?

Calma! está lleno de momentos memorables pero, me gustaría destacar dos del general. El primero, es el momento de la marioneta trabajadora (no voy a contar más porque es genialidad pura) me hizo ver que mi vida sigue siendo un estrés basado en el trabajo. Todo lo que a esa marioneta le ocurre, me ocurre a mi en mi vida laboral. Todos esos pensamientos, los he tenido alguna vez. Y, la verdad, la meditación no ayuda cuando intentas dejar tu mente en blanco y ella tiene vida propia. En segundo lugar, la participación del público (algo que imprescindible que siempre impregna los montajes de Albà) que ayuda a llegar a la catarsis del montaje.

Calma! nos enseña que hay que parar. Que a veces, reducir la marcha y poner de nuevo primera para iniciar un camino no es algo negativo; sino que debe ser necesario. ¿Cuántas veces has parado esta semana y has revisado tu día a día? ¿cuántas veces has escuchado a tus hijos o has jugado con ellos sin importar cuantas veces ha vibrado tu teléfono móvil? ¿Cuántas veces apagaste el móvil para disfrutar de una cerveza con una amigo, una cena en familia o, simplemente pasear por la playa mientras el aire frío te hace olvidar tus obligaciones? ¿Cuántas veces? Si tienes que pensar mucho sobre ello, puede que no hayan sido muchas. Puede que ninguna. Tal vez debas (debamos) parar debes y disfrutar de los momentos preciosos que nos muestra la vida.

Crítica realizada por Norman Marsà

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