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09.12.2019 Críticas  
Europa ha llegado a los 100º

IndiGest junto al TNC y el Premi Quim Masó 2018 producen Europa Bull; un montaje del que firma autoría y dirección Jordi Oriol. Europa Bull se estrenó en el Temporada Alta este pasado mes de noviembre y estará en la Sala Petita del Teatre Nacional de Catalunya hasta el próximo 15 de diciembre.

Esta es de las obras que defino como las ‘in crescendo’ porque son de las que al principio te pillan fuera de juego, aún no llevando ninguna expectativa en particular, pero que a medida que se va desarrollando, definitivamente engancha en interés y atención.

En este caso, es un texto todo compuesto de sketches que, a medida que van desarrollándose, acaban unidos a la temática central. Da la sensación, especialmente al principio, que uno esté viendo el Polònia de TV3 en directo. Descoloca la larga lista de personajes que van apareciendo en escena, que en algunas ocasiones apenas hablan y que, cuando lo hacen, lo hacen en diferentes idiomas que se van subtitulando en una pantalla que también es utilizada para proyectar algunos vídeos que acompañan algunas escenas.

Una vez que uno se ha hecho con el modus operandi de la obra y se empieza a visualizar la trama, que trata de una celebración que está organizando la Comisión Europea de Cultura, el resto es sencillamente disfrutar de la especie de paranoia con tono superrealista que Oriol ha ideado y llevado al escenario.

Esta es una obra de un estilo ciertamente diferente a lo que estamos acostumbrados en teatro y ahora que la he masticado y digerido, creo que tengo el mismo sentimiento que tuve cuando vi el Falsestuff de Albet y Borràs en la misma sala un par de temporadas antes. El autor crea algo diferente, haciendo lo que le da la gana y consigue que le salga bien. Creo que Oriol ha conseguido crear algo que no pasará desapercibido y que la gran mayoría habrá disfrutado; sobretodo los que valoran el ingenio y la originalidad. Además, Europa Bull goza de unos aspectos técnicos sobresalientes, como son la escenografía (que recrea hasta el mínimo elemento la Sala de Plenos del Comité) y el vestuario, ideado para poder hacer esos repentinos cambios con total facilidad pero sin perder en detalle, a cargo de los siempre acertados Sílvia Delagneau y Max Glaenzel.

Los actores, aparte de la dificultad de congeniar un texto en varios idiomas (castellano, catalán, francés, inglés, alemán, portugués y alguno más que me dejo), cantan, bailan, tocan el cello, la trompeta y el trombón, corren, se cambian de vestuario en cuestión de segundos y entran y salen de escena una y otra vez, todo con cierta naturalidad (la que permite el guión) y una coordinación pasmosa que, solo por eso, se merecen el largo aplauso del final.

A Joan Carreras lo hemos visto ya haciendo de todo. Y que nadie diga que hace algo mal. Ya sea interpretando personajes profundos o dramáticos o haciendo comedia o absurdo. El Carreras siempre merece una ovación. En Europa Bull salta de representante de España en la Comisión Europea, haciendo de un “tal” Pedro, a guarda de seguridad del edificio, pasando por Robespierre o Napoleón. Pero lo mismo ocurre con el resto del elenco, compuesto por Sasha Agranov, Anna Hierro, Carles Pedragosa, Karl Stets y Olga Onrubia quienes interpretan a políticos, secretarios, personal de la limpieza y, como decíamos antes, saltan, corren y danzan bailes populares de Montenegro como si nada.

El agotador e impecable trabajo que realizan los actores y actrices durante las casi dos horas de función junto a ese texto de enredo donde hay lugar para la comedia y la denuncia y con un fin de función por todo lo alto, alocado pero muy simbólico y con un tono algo surrealista, hace que la Sala Petita del TNC se lleve de nuevo, con este Europa Bull, un éxito más al bolsillo.

Crítica realizada por Diana Limones

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