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25.11.2019 Críticas  
Los vericuetos de la memoria

Esta temporada repite programación en el Teatre Lliure Cúbit, una obra en la que firma autoría y dirección Josep Maria Miró, tras su paso en el mismo Espai Lliure en la temporada 16/17, y por la que Anna Azcona consiguió el premio a la Mejor Actriz en los Premis BBVA de Teatre 2017.

Bajo las instrucciones de Martel Bayod como nuevo director del teatro, se han dividido los espectáculos de toda la temporada en 6 bloques con una temática individual que sirve de base para la selección de las diferentes propuestas artísticas. &espai presentará los proyectos seleccionados por La Ruta 40, la compañía de teatro externa que se ha elegido para programar estos trabajos. Y uno de ellos es Cúbit, de la propia compañía y que está hasta el 1 de diciembre en cartel.

El texto habla de las diferentes percepciones de la realidad y de cómo esta queda impresa en la memoria, y de sus variaciones dependiendo de la forma en que a cada uno le ha afectado una misma vivencia. Un niño magnifica, por ejemplo, lo que para un adulto puede no tener mayor importancia. Pero, a la vez, eso puede marcar lo que luego ese niño será. Bajo esa premisa, Miró ha construido una historia que no deja en absoluto indiferente, que te mantiene en vilo desde el minuto 1 y en la que se deconstruyen personajes de cierta complejidad y con un mundo interior que queda al descubierto a medida que van pasando los minutos.

Una curiosidad del montaje, que lo hace novedoso y muy atractivo es el espacio escénico. Se recrean el jardín de la casa familiar y, en segundo plano, el interior. Con la dramaturgia se ha creado un juego de flashbacks en la que cada escena presenta lo que ocurre en el exterior e inmediatamente después, lo que uno se supone que no ha visto pero que pasaba en el interior en el mismo espacio temporal. Se riza el rizo al presentar una de las escenas finales con los dos planos simultáneos, sin que estas se sientan atropellados o sin que se pierda nada del guión. Para conseguir esos efectos, la escenografía y el espacio sonoro que crean Xesca Salvà y Joan Solé respectivamente son indispensables. Una felicitación por la originalidad y por la efectividad a la hora de conseguir armonizar la historia con lo visual y sonoro en un espacio tan pequeño.

Cuando una historia es potente, uno disfruta del teatro. Pero si a eso le podemos añadir el placer de ver un trabajo actoral sobresaliente la experiencia, evidentemente, se multiplica por 2. Esto es lo que sucede cuando ves en acción a los 4 protagonistas de Cúbit. Albert Prat, Sergi Torrecilla y Alberto Díaz danzan alrededor de la figura de Anna Azcona, quien representa a una madre moderna e intelectual en una casa en la que aparentemente los sentimientos y las emociones se mantienen a raya y en la que se intentan distanciar las relaciones entre sus miembros. Todos ellos realizan un excelente trabajo con sus distintos personajes, con matices tan diferentes y tan bien expuestos que enriquecen la función. El juego del engaño se siente pero no se constata hasta bien entrados en materia. Y la cercanía que ofrece el Espai Lliure incrementa las sensaciones que produce observar de cerca las interpretaciones y reacciones de estos cuatro actores que demuestran, sin duda, su calidad.

Esta es una de apuesta segura tanto para los amantes del teatro como para los que se quieren iniciar a cogerle el gusto a este arte. Lo tiene todo. Ha sido una suerte su reprogramación para mí y para los que en su momento también se la perdieron.

Crítica realizada por Diana Limones

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