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23.10.2019 Críticas  
Talento Javier Gutiérrez

Expectación en la Sala Principal del Teatro Español de Madrid. Sergio Peris-Mencheta en la dirección de un peculiar texto (¿Quién es el señor Schmitt?) y un tándem interpretativo de altura. Javier Gutiérrez y Cristina Castaño al frente de una historia cercana al teatro de lo absurdo, con cierta reflexión existencial. Comedia y thriller a partes desiguales.

El matrimonio Carnero se dispone a cenar en su hogar. Hasta ahí todo normal. De repente un teléfono suena y eso desencadena el misterio. Los Carnero no tienen teléfono y de la nada ha aparecido uno. No solo eso, de golpe su hogar no es su hogar, ni los cuadros, los muebles, nada es suyo. Como si sin percatarse hubieran sido traslados a otro hogar. Lo peor de eso es que no pueden escapar de ahí, están encerrados. Llega un agente de policía preguntando por el Señor Schmitt, pronto los Carnero se convencerán de que para conseguir aclarar el misterio deberán hacerse pasar por el señor y la señora Schmitt. El enredo y el absurdo están servidos.

Uno de los grandes atractivos de este texto escrito por Sebastien Thiéry es ver sobre las tablas a Javier Gutiérrez. Hace el actor un enorme despliegue de matices que van desde la incertidumbre a la desesperación, de la locura a la resignación. La presencia de Javier, quien está en escena casi todo el montaje es todo un derroche actoral. Cristina Castaño hace lo que mejor sabe hacer. Comedia pura. Los primeros quince minutos son un recital del arte que tiene la Castaño para desatar las carcajadas de la platea. El montaje empieza tan arriba, con el desconcierto inicial de los protagonistas, que luego el desarrollo pierde un poco de fuelle. Si bien la aparición de Armando Buika hace que las carcajadas vuelvan en un momento impagable. Xabi Murua y Quique Fernández completan el elenco.

Sergio Peris-Mencheta nos tiene mal acostumbrados a montajes mastodónticos. Su Lehman Trilogy y la anterior La Cocina son recordados como hitos del teatro reciente. Aquí está más comedido. El texto tampoco requiere un montaje enorme. La escenografía del siempre acertado Curt Allen Wilmer ayuda a situarse en ese hogar de época indefinida. Con truco incluido, la escenografía es clave en el desenlace de la tremenda confusión que envuelve a los protagonistas.

Pretende ¿Quién es el Señor Schmitt? que a la salida nos preguntemos quien somos nosotros mismos. ¿A qué estamos dispuestos a renunciar por encajar en el patrón? ¿Seguimos la corriente para vivir tranquilos o reclamamos nuestra identidad? Rebuscadas intenciones en un texto que mezcla mucho humor con trazos de existencialismo. Se siguen con interés durante todo el primer tramo y se echa de menos algún giro de más enjundia. Lo dicho, un derroche de talento por parte de Javier Gutiérrez, al que se le agradece su paso por las tablas. Un conjunto que promete algo más de lo que finalmente ofrece pero que se disfruta mucho en varios momentos, echando de menos que el sello Peris-Mencheta tuviera más presencia.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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