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11.10.2019 Críticas  
Steak tartar by Atreo

Los Grumelot llegan a las Bóvedas del Conde Duque para estrenar en la capital Tiestes, una tragedia griega, que riéte tú del Tito Andrónico de Shakespeare, porque aquí si que ha venido Grumelot a poner toda la carne sobre la mesa.

Atreo y Tiestes (José Juan Rodríguez y Juan Ceacero) son los gemelos desterrados de Olimpia por matar a su hermanastro. Luchas intestinas por el trono de Micenas, provocan nuevos destierros, infidelidades y crueles venganzas vertidas sobre los hijos de Tiestes, los cuales le son servidos en una cena elaborada por Atreo. La cena está servida. Pasen, y vean.

Si ya me vi tentado este verano de escaparme a Tarragona para el estreno de este Tiestes, que llegue por fin a casa, es como la Noche de Reyes. El entorno de las bóvedas y la dinámica que es explicada, antes de pasar a esta experiencia, son un salto cualitativo de cuanto es una experiencia teatral inmersiva. Tiestes es una “survival zombie” para teatreros, en la que yo me quedaba con gusto, toda la noche.

La sensación que uno tiene cuando se adentra en este lugar y se sumerge en la atmósfera que han diseñado de forma tan inteligente Grumelot junto con el diseño de iluminación de Pablo R. Seoane y Álvaro Guisado, y los audiovisuales de La dalia negra y Javier L. Patiño; es la de entrar en el cuarto oscuro de una fiesta de electrónica de hombres nocturnos: bases machaconas, luces estroboscópicas, proyecciones sobre las paredes y techo, gente que se mueve en la oscuridad nerviosa, escudriñando, a la expectativa de que ocurra algo que en realidad, ya está pasando.

Grabadoras amplificadas con megáfonos, una palangana con su jofaina y una cuchilla, una mesa de banquete preparada, un rincón dedicado a la música, una biblioteca repleta de terroríficos cuentos de los Hermanos Grimm y Alicia; recortes de la Vale, fotos desperdigadas por el suelo, videos familiares, y tres personajes moviéndose por el espacio, dominando lo que les rodea, invitando a ser seguidos, con leves sugerencias en sus rostros o su cuerpo: igual que uno seguiría hacia la cabina más próxima, al cuerpo deseado en un cuarto oscuro.

Se suceden peleas entre hermanos, party hard con Jägger, musicón, y cocaína. Visitas a los baños, confidencias de WC a puerta cerrada, y llamadas a mamá en plena efervescencia de una reunión familiar. Todo en Tiestes, provoca, incita a la acción, a participar de su baile, a consolar sus lágrimas, hasta a querer probar el macabro festín final, pero esto incumple la única regla, que como en un lap dance, está prohibido tocar a los actores.

Juan Ceacero, que brilla en la dirección de Los Remedios en la sala Exlímite, y que formaba ese dúo maravilla con Javier Lara en los Sueños y Visiones de Rodrigo Rato, es un Tiestes que duele y que conmueve, aunque sea igual de infame que su hermano Atreo. Su ensimismamiento, que parece anticipar lo que se le viene encima; la rabia que descarga contra su hermanastra, o sus peleas físicas, que rozan la lucha turca, sin aceite, están cargadas de ímpetu, y de estar en personaje todo el tiempo, aún con la distracción que supone todo el público moviéndose en torno a ti, o casi respirándote en la nuca.

Haber podido compartir unas rayas en un baño, con un personaje mitológico, es algo que, obvio, no voy a olvidar; pero es que para animal mitológico, está José Juan Rodríguez, cuya trayectoria, para mi, ya es leyenda, y si le he podido disfrutar con la Santísima Trinidad que forman Messiez-Rojano-Grumelot, solo me falta que se marque un Conejero para formar un cuadrado perfecto en el que quedarme a vivir. Si con el Catástrofe de Antonio Rojano, ya dije que es un actor todoterreno, que me convierta en cómplice de su maldad, le entienda, y hasta justifique en mi cabeza su venganza, significa que su transmutación en su personaje, es perfecta, y como todo el montaje, inmersiva.

Lluna Issa Casterà está fantástica como performer omnipresente, y sus cantos de sirena, envuelven las bóvedas de ladrillo y caen sobre nuestras cabezas, haciéndonos participar de esa enajenación de los protagonistas y del ambiente saturado y opresivo que provoca la extraordinaria composición de Jose Pablo Polo, que bebe de la noche, el desenfreno, sexo primario y la deshinibición más extrema.

Brillante, como siempre, la dirección de Íñigo Rodríguez-Claro; genial y frenético texto de Carlota Gaviño, siempre fantástica alumbrando una escena o siendo adúltera, e indispensables Carlos Pulpón, y sus compañeros guiando al público y dando luz sobre los puntos más oscuros de esta trama tenebrosa.

Tiestes es una vuelta de campana de lo que uno espera de Grumelot. Es la constatación y consagración de que son los reyes del teatro irreverente, provocador, transversal, y renovador. Vanguardia pura y dura, exportable y seña de identidad de la Marca España (teatral) real, la que me representa, y por la que me enorgullecería ser identificado. Gracias por existir.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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