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04.10.2019 Críticas  
De cuando la música y la palabra se unieron

El Festival CAE 2019, organizado por la Fundación CajaCanarias y “la Caixa”, ofreció el sábado 28 de septiembre en el Teatro Leal de Tenerife, una de las cuatro representaciones de la obra titulada Vivaldi Natura: Las Cuatro Estaciones, a cargo de la fabulosa actriz Nuria Espert, acompañada por la agrupación musical La Tempestad.

Los componentes de la orquesta de música clásica decidieron crear un concierto que resultara ser conocido por el público, pero dándole una aportación especial. Escogieron Las Cuatro Estaciones de Vivaldi y a ellas le sumaron la magnífica voz y personalidad de Nuria Espert, que recitaría los sonetos que acompañan a cada concierto y cuyas partituras compuso Vivaldi, quien se aseguró a la hora de crearlas de que incluían correspondencias precisas con esos poemas.

La velada arrancó con el concierto para flauta de pico Il Gardellino; también del compositor veneciano Antonio Vivaldi, virtuosamente interpretada por la orquesta y acompañada por el flautista Guillermo Peñalver, cuyo manejo del instrumento logró ilustrar con clarividencia el canto de un jilguero y transportarnos al despertar del día y a cierta alegría.

Seguidamente hizo su aparición Espert, que, con voz firme y dotada de esa experiencia que dan los años y un enorme talento, efectuó una lectura inicial para dar paso a la siguiente pieza y arrancar, ya sí, con la primera de las estaciones.

La Primavera, probablemente el concierto más popular de esta obra de Vivaldi, fue liderada por el virtuoso violinista Pablo Suárez Calero. Por momentos, su gran talento pareció eclipsar al resto del grupo, pero este tuvo la intrepidez de hacerle la réplica y seguir el ritmo frenético de los movimientos largos que evocaban las tormentas primaverales mediante rápidas escalas ascendentes, así como de recuperar el diálogo entre el solista y los dos violines de la orquesta, en el preciso momento en el que se acalla la tormenta y vuelven los pájaros a cantar.

Cada concierto nos llevaba a momentos de embriaguez musical. Cabe mencionar la fidelidad con que el grupo fue consciente de que esta obra es una pieza de música descriptiva, por lo que pudimos percibir las imágenes que salían de cada melodía, tal y como Vivaldi pretendió plasmar en sus partituras. Tras ellas, llegaba la pausa y la calma de la mano de Nuria. Entonces todo se detenía súbitamente, caía el silencio y el sosiego en la sala y todas las miradas, expectantes, se dirigían hacia la persona que recibía la atención del único foco que iluminaba el recinto.

Tras la pausa poética y la quietud, arrancaba el siguiente concierto, perfectamente guiados en cada episodio por Silvia Márquez, quien se ocupó a la vez y con gran capacidad, de la parte de la clave.

Al final del maravilloso concierto invernal, el público tímidamente se fue poniendo en pie movido por el gran momento de disfrute que los artistas les habían regalado. La ovación fue larga e intensa, hecho que los artistas supieron agradecer interpretando otra pieza de propina. Espert no quiso ser menos y nos recitó de memoria Verde que te quiero verde de Lorca, con toda la ternura que le evocó el momento.

Se creó allí mismo una unión entre la música, la voz y un público entregado, que solamente los intérpretes cargados de talento pueden lograr. Una gran interpretación por parte de todos los implicados que nos llenó el corazón.

Crítica realizada por Celia García

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