novedades
 SEARCH   
 
 

17.07.2019 Críticas  
Perdón como sinónimo de libertad

La Sala Atrium cierra temporada con Ni con tres vidas que tuviera. La pieza de José Pascual Abellán contiene una dramaturgia fiel a esa mirada integradora y preocupada por lo social tan característica de las piezas del autor. Una dirección consciente y oportuna transmite la delicadeza del material que se trae entre manos a tres interpretaciones cómplices y esmeradas.

Una de las virtudes de la obra es, sin duda, su aportación y contribución al teatro documental. Como es habitual y básico en este tipo de propuestas se utiliza material preexistente como origen para explicar su historia. Sucesos y personas reales y un texto que no se suele alterar en la interpretación. Aquí se parte de la entrevista que Jordi Évole realizó a Iñaki Rekarte hace unos años. Probablemente también de declaraciones reales y el testimonio en forma de libro que el segundo publicó durante la época del encuentro televisivo. Al mismo tiempo, la pieza supone un certero paso en el corpus dramático del libretista. ¿Por qué?

Aquí los personajes ya existen, o por lo menos las figuras que los representan. Víctima, verdugo y líder de opinión. Por supuesto que la acción se sitúa en un momento concreto y de algún modo trascendental para todos ellos. Lugares interiores muy complejos que hacen que esas figuras sean intercambiables y que se midan y careen entre ellas y consigo mismas. Incluso con nosotros, los que juzgamos con la mirada, desde la distancia y en silencio.

La dirección de Zara Sobral ha sabido captar todas las capas, así como sus intercambios. En profundidad y de un modo poco complaciente y bastante persuasivo. La víctima que será juez y en última instancia absolverá a un preso que tanto puede ser el ex-terrorista como ella misma. El que ha pagado una pena y que no entenderá por qué se le concede ese perdón que a la vez necesita como el oxígeno. El respirar, el pasar el duelo y el dejarse ir. La necesidad de perdonar y de perdonarse para poder vivir si no en paz sí con cierto desahogo.

Respiraciones y silencios. Las interpretaciones nos sitúan en ese momento entre la zozobra y la certeza. Y aquí asistimos al interesante y muy bien llevado giro dentro del género documental que comentábamos más arriba. No se trata de imitar ni de plasmar una biografía. Ya sabemos quiénes son y lo que han hecho y experimentado estos seres humanos. Lo hermoso de la pieza y del trabajo de todos los implicados es, precisamente, transmitir a través de la vivencia ya superada o en proceso. Captar el instante interior. Ese click mental e implosivo. «Ese» momento y punto de encuentro compartido. Silencios que explican y miradas que se convierten en comentarios de texto elididos de años y años de arrinconamiento y exclusión emocional.

Así nos hablan los fanales de Nacho Hevia. Aparentemente imparcial e impasible pero capaz de transmitir y traspasar ese estado para mostrar las inquietudes del hombre que hay tras el profesional de la información. Lucía Esteso sobresale en un último tramo en el que llega el rompimiento y resurgimiento. Una interpretación que crece con un personaje al que lleva donde el autor necesita para que el aprendizaje suceda a tiempo real. Jorge Cabrera se pone en la piel del que, en principio, es el rol más complicado de aceptar y escuchar. Gana y transmite como actor la empatía que el personaje necesita recibir. Naturalizando acento hablado y facial, consigue mostrar y desarrollar el carácter de Rekarte también a través de las pausas y los silencios. Mientras dura la representación asistimos a un viaje, pero es que él consigue que compartamos también el que ya ha vivido. El de la (auto)comprensión. La de los tres.

Finalmente, esta visita ha permitido reencontrarnos con un autor que obra a obra, paso a paso, se ha ganado un rinconcito en nuestro imaginario teatral. Con una puesta en escena austera y al mismo tiempo poética y una iluminación íntima y efectiva, nos situamos ante una pieza a tener en cuenta dentro de un abanico que nos facilita a nosotros el aire que los personajes reclaman. Perdón como sinónimo de libertad.

Crítica realizada por Fernando Solla

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES