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05.07.2019 Críticas  
Puto, no puto

Ezequiel Barrios trajo Puto a El Umbral de Primavera de Madrid, una performance musical y poética en la que el baile y la repetición tienen especial protagonismo a la hora de expresar la represión de la homosexualidad y el proceso hacia el inicio de la afirmación y aceptación.

Barrios es el único es escena. Él mismo maneja las luces, la música y los visuales y se cambia de ropa tras un triángulo invertido de purpurina rosa, que funciona como una especie de ventana, mirando al público a los ojos y llegando a tocar a los espectadores en varias ocasiones. Se trata, sin duda, de un espectáculo concebido por y para el público, que asiste al nacimiento de una mariposa, al dolor más inmenso.

A través del baile, el cuerpo se convierte en una máquina, en un instrumento y en la representación de un interior marcado por la incertidumbre, la culpa y la confusión. La palabra, por su parte, Inocencia y picardía, virginidad y lujuria son dos caras de una misma moneda. En este sentido, destaca la escena en que los cánticos y coreografías al ritmo de “My Favorite Things”, de Julie Andrews, abren paso a la figura de un hombre adulto atormentado, que tararea la canción mientras se masturba de espaldas al público.

Barrios comienza el espectáculo paseándose de por un lateral del escenario llevando tan solo una falda blanca. Cual novicia, nos saluda, nos lanza besos, hace reverencias frente al público; momentos después, salta salvajemente descubriendo su cuerpo desnudo. Su incomodidad es evidente. Danza como si algo o alguien le persiguiera, como si deseara la liberación, incluso de su propio cuerpo. La posterior explicación lo pone de manifiesto: un puto es un reprimido y un mentiroso.

A partir de este momento, Barrios comienza un viaje guiado por canciones variadas, de Beyoncé y de Moreno Veloso. La última anticipa uno de los momentos más alegres y vitales de la representación, en que el artista, ataviado con falda de lentejuelas y turbante, baila al ritmo de tambores y música brasileña junto con las mujeres afrobrasileñas que aparecen en la pantalla al fondo del escenario. Todo ello contrasta con las declaraciones que había ofrecido ante el público previamente. Y es que, tras confesar que “no quería ser homosexual”, cuenta la historia de su vida tal y como se la imaginó y menciona que su sueño era casarse con una rubia blanca y explosiva. De esta manera, el performer toma contacto con el ideal femenino opuesto al imaginado, sin reparos ni vergüenza.

Junto con las coreografías, la repetición de la palabra ‘puto’ y otros sinónimos de ‘homosexual’ adquiere un sentido de superación y de orgullo, y quizá de enfado y rabia ante el proceso de aceptación o la falta de la misma, ante la lucha continua que se avecina. Anteriormente, ya había resumido esta lucha con un relato recitado a gran velocidad, en una historia en que acontecimientos aparentemente absurdos reflejaban su problemática existencia y la relación con sus familiares. Los sofocos tras el extenuante ejercicio físico envuelven al espectador, que podría llegar a sentirse sobrepasado por la experiencia.

Puto es un espectáculo ecléctico y bien curado, una biografía, un collage de actuaciones con una banda sonora poderosa y unas coreografías espectaculares; una performance en que la mirada del Otro es imprescindible, que reivindica la seguridad independientemente de la sexualidad; una llamada a la tolerancia en el mundo entero. Barrios intimida, en el mejor de los sentidos, realiza un trabajo impecable, expresándose abiertamente, aprovechando cada pliegue, cada grito, contenido y ensordecedor, cada silencio y cada palabra pronunciada a medias. Toda una demostración de fuerza, odio y amor propio, que nos mantiene enganchados. Entretenimiento del bueno y con mensaje en este mes del orgullo. Vayan, si tienen oportunidad, y vean lo que nos tiene o tienen que decir.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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