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25.06.2019 Críticas  
El pequeño gorrión vuela alto

Con la llegada del verano la cartelera teatral suele resentirse. El público huye de las calurosas tardes madrileñas hacia playas y chiringuitos. Aún así llegan espectáculos que merecen acercarse al teatro y disfrutar. Ese es el caso de Piaf, voz y delirio que se repone en el Teatro Cofidis Alcázar.

El espectáculo protagonizado por Mariaca Semprún ya recaló en Madrid hace unos meses y lo dejé escapar. Empezaron a llegarme buenas vibraciones del show, pero por diversas circunstancias no pude verlo. Al enterarme de su reposición en los teatros madrileños no dudé ni un segundo en acercarme a comprobar si lo que había oído era cierto.

Piaf, voz y delirio no lleva a engaño. Cuenta lo que se espera, la biografía de la cantante más famosa de Francia. Edith Piaf llegó a ser incluso la cantante más exitosa a nivel mundial. En un mundo sin internet, sin Instagram y con guerras de por medio, hacerse con la fama mundial era sin duda prueba del talento. Se pregunta Edith Piaf en un momento de la obra, cuando su frágil salud le da serios avisos, si será recordada, si será leyenda. Evidentemente murió sabiendo que era leyenda, lo que no podría sospechar es que en 2019 los teatros seguirían vibrando con sus míticas canciones y peculiar voz.

Para llevar un biopic de la Piaf a los escenarios hace falta alguien con un talento excepcional, y para ello tenemos a Mariaca Semprún. Esta argentina se empecinó en montar este espectáculo y le ha salido un show más que redondo. Tocar a la Piaf es tocar algo sagrado, muchos son sus perpetuos fans, con lo que hay que hacerlo muy bien para no quedar en una imitación que quedara burda o barata. El texto de Leonardo Padrón ayuda a que eso no ocurra. La interpretación de Mariaca es soberbia.

Con una banda en directo, algo que le da al show el empaque de gran espectáculo, con una escenografía resolutiva firmada por Alfredo Correia, en continuo movimiento, versátil. Genial el movimiento escénico, que consigue crear las distintas atmosferas y trances por los que pasa la gran cantante.

Cierto es que se sacrifican muchos episodios de la vida de la Piaf, pero la esencia permanece. Su infancia en los arrabales, entre miseria y prostitutas. Sus inicios en cabarets, hasta el gran estrellato. Sus adicciones, sus incontables amantes, su miedo a la soledad, su imposibilidad de vivir sin cantar.

Mariaca lleva el show donde ella quiere, y maneja al entregado público a su antojo. Si bien las primeras canciones no son aplaudidas, ella sabe perfectamente dar en la tecla para conseguir la ovación, de ahí en adelante la emoción va en aumento, hasta llegar a la vie en rose, donde el suspiro es ruidoso y contagioso.

Piaf, voz y delirio, es de esos shows que aparenta sencillez en su envoltorio, pero que se desvela más grande de lo esperado, consiguiendo entretener e incluso emocionar.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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