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19.06.2019 Críticas  
Gran hermano, El show de Truman y Estado de emergencia

La compañía Nación Resiliente presenta Estado de Emergencia, de Falk Richter, en El Umbral de Primavera de Madrid. La obra, dirigida por David Hernández, muestra las conversaciones entre una pareja (Jéssica Huerta y Felipe Rojas) y su hija (María Figueroa) en un mundo vigilado y artificial, insertando momentos de paranoia, confusión y claustrofobia de los personajes.

Estado de emergencia es, ante todo, un montaje sobre la vida interior de estos habitantes, que son, a su vez, reflejo de ese mundo en el que viven. Lo diálogos de la pareja se desarrollan en un círculo de sillas, alrededor de una gran esfera de color anaranjado, como si se tratase de un planeta o una estrella, de esa nueva galaxia que el marido se atreve a sostener como si le perteneciera, o, más bien, a la que pertenecen.

Los cambios de posición de mujer y marido indican el comienzo de una nueva escena, marcada por conversaciones similares o idénticas; el tema central, ya presente en los primeros minutos del espectáculo, será la supuesta transformación del personaje masculino. Escuchamos el interrogatorio de la mujer hacia su marido en varias ocasiones y nos contagiamos de su agobio, de su inseguridad. Asimismo, se nos desvelan otros detalles, como, por ejemplo, la capacidad de habitar un espacio con el cuerpo y escapar al exterior simultáneamente.

La separación del espacio público y privado también es una constante. Durante la representación, el espectador puede ver las imágenes que se proyectan en la pantalla al fondo del escenario y que parecen haber sido captadas por cámaras de seguridad. Los personajes mencionan la desaparición de los amigos de su hija, quien interviene hacia el final de la función, mostrándose rebelde y amenazadora. También hablan de la separación geográfica a través de la construcción de un mar, lo que evoca el levantamiento y establecimiento de fronteras y muros en la actualidad.

Por otro lado, las palabras de la mujer, frente a la actitud pasiva de su marido, denotan una creciente insatisfacción con su vida y relaciones, una alienación cercana a la locura y la pérdida de identidad, llegando a convertirse casi en una de las dos estatuas o armaduras sin vida a ambos lados del escenario. Este estado de nerviosismo lo expresa la mujer, que, agotada y enfadada, da vueltas entre humo mientras repite sin cesar los eventos sucedidos durante un taller de teatro: prescindieron de las palabras de su personaje.

Estado de emergencia reflexiona sobre la segregación y la comunicación entre los seres humanos en un lenguaje casi en clave, difícil de interpretar y descifrar, que activa la imaginación del espectador. Se trata de un montaje futurista y muy actual, bien dirigido e interpretado, emocionante y poético en ocasiones, que abarca muchos aspectos de la sociedad actual, como el papel de las nuevas tecnologías, los mecanismos de control y su posible manipulación. Eso sí, pide la máxima atención del espectador al entorno, la palabra y la repetición.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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