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14.06.2019 Críticas  
PUTO: un aullido expiatorio desde las entrañas

La Badabadoc se convierte en un espacio donde la manifestación o sublimación artística se transforma en un catártico acto político. Puto es una doloroso y al mismo tiempo esperanzador espectáculo unipersonal de teatro físico que nos sitúa frente a un Ezequiel Barrios pletórico, entregado, generoso y comprometido.

Dirección, textos, interpretación y coreografía. Emociona la particular manera de acometer esa necesidad de expiar en cada función que propone el artista. Muerte y al mismo tiempo liberación y posibilidad de volver a empezar. Tanto en el discurso verbal como físico, Barrios capta nuestra atención y nos incluye en su búsqueda (y consecución) de la catarsis. Su interacción con el público es cómplice y al mismo tiempo su presencia tiene algo de efigie, como si su cuerpo se transformara en la representación minuciosamente cincelada de su propia visión de sí mismo. El intérprete nos busca (y encuentra) con su mirada penetrante, prácticamente hipnótica. Y cuando nos tiene, nos entrega sus textos de un modo cercano y al mismo tiempo reproducidos con la fortaleza del que comparte su experiencia. Como una necesidad pero también como un aprendizaje. Como un denuncia y, lo más importante, como una renuncia.

Como unipersonal se aportan opciones muy interesantes en lo referente a la combinación de texto y movimiento. Palabras crudas y de las que se capta todo su dolor ya experimentado y al que se ha sobrevivido. Pesadillas y experiencias escenificadas a través de la danza y la sordidez o simplemente necesidad de expiración a través de la simulación de la masturbación o una conducta sexual que busca lo mismo. Estallar, terminar y expulsar con la inquietud del homoseuxal encerrado en el armario. También con los motivos familiares y discrimatorios del entorno social y político. Un revuelto de elementos cuya combustión origina las chispas que nos llevarán a una convivencia (a ratos batalla) entre lo contemporáneo y lo afrobrasileño. Incluso lo colonial, concepto que aplicado al cuerpo y a la sexualidad resulta muy revelador. Ambas disciplinas, teatro y danza, son defendidas por Barrios con la misma imperiosa urgencia y necesidad. Y de nuevo, con una mirada que siempre nos tiene en cuenta a los allí presentes.

Un aspecto que sorprende del espectáculo es la selección musical. Evocando, reinventando y desmontando referentes (probablemente personales del intérprete). No los vamos a citar aquí todos aquí, porque sería desvelar detalles que merecen ser descubiertos en primera persona. Solo uno. Es realmente esperanzador encontrarse con un artista que ha sabido entender y escenificar físicamente la letra de una canción como «Haunted» de Boots y Beyoncé Knowles. La elección es destacable y la coreografía realizada con ella capta y rinde tributo al sentido de su música y letra. Por no caer en lo obvio y al mismo tiempo saber recoger la fascinación o inspiración que produce un icono de semejantes características a partir de una idiosincrasia y manera de expresarse y manifestarse con el cuerpo propia, nuestro más sincero aplauso.

Esta línea se mantiene con el vestuario y escenografía de Valeria Pardú. También en su uso. Hay un equilibrio muy conseguido entre el desnudo físico y el interior. Entre el mostrar, el ocultar y el transformar. Las distintas piezas, en combinación con la coreografía, juegan con eso y con las necesidades de expresión en una comunión inquebrantable. Detalles que tanto estética como dramáticamente aportan contendido y que junto al diseño de luces de Leandro Orellano y las proyecciones de Hernán Altamiranda dan forma y acompañan al intérprete (y a los espectadores).

Finalmente, no podemos sentir indiferencia ante Puto. Nuestras heridas puede que no sean físicas (puede que sí). Muchos somos o hemos sido o sentido como este Puto. Nos sabemos muy afortunados de poder sentarnos en una butaca de un teatro a ver este espectáculo de manera relajada. No todo el mundo puede. No en cualquier lugar es así. Y no siempre nos encontramos ante un incendio similar. Inmolación y reafirmación al mismo tiempo. Ese grito final, lo hacemos nuestro. Yo lo hago mío. Y a partir de ahora, como el título de la obra, Puto lo escribiré con letra inicial mayúscula. Porque el anonimato no puede silenciar una vida entera. Ezequiel Barrios, gracias por compartir tu valentía y tu entrega con nosotros. Gracias por este PUTO.

Crítica realizada por Fernando Solla

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