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24.05.2019 Críticas  
Muérdeme

Una de las propuestas que agendé como imperdible dentro del Surge Madrid es esta Tribu de Colectivo Fango, programada en la sala Cuarta Pared, en la que, con solo tres sesiones, la audiencia puede asistir a la comunión carnal de sus intérpretes en escena.

Tribu, dirigida por Camilo Vásquez, comienza con una comida entre sus protagonistas: Ángela Boix, Fabia Castro, Rafuska Marks, Manuel Minaya y Trigo Gómez. Vino blanco, Summer Rolls, y confesiones y recuerdos del pasado sobre cenas de Navidad con caras cruzadas, empleos adolescentes crueles, sacrificios animales, y sueños aterradores. Según avanza la reunión, los comensales comienzan a experimentar una serie de comportamientos poco usuales, que nos tocará determinar si se producen por un ritual que se ha producido fuera de escena o un pesto adulterado, cocinado  elaborado frente a nosotros.

Me fijé el pasado año, en la sala Princesa del Teatro María Guerrero, en este Colectivo Fango, cuya propuesta en cartel comenzaba a sonar por redes, y una vez presenciada, se trataba de un proyecto inclasificable y de gran calado , por la temática tratada y la forma de contarlo. Camilo Vásquez con Tribu, lleva a los intérpretes a un lugar que ya visitó Alberto Velasco en la preparación de sus Malditos: les lleva a la madriguera, a la tierra, a sentir el calor humano y los olores que de él se desprenden. Puedo atisbar un gran trabajo de equipo y una excelente dirección de actores dejándoles ser, no solo interpretar, puesto que uno se cuestion si lo que que está escuchando es una anécdota vital de uno de ellos, o forma parte de la dramaturgia.

Tribu es una intoxicación alimenticia alucinógena, que transforma a sus afectados en seres primarios, dignos de estudio antropológico; los intérpretes son sujetos sometidos al estudio etológico, por parte de la audiencia, de este retroceso social que afecta a sus movimientos, comportamiento, y forma de relacionarse entre ellos.

Si en F.O.M.O., el Colectivo Fango se centraba en la individualidad que provocan las redes sociales, y las relaciones incorpóreas e impersonales entre las personas, únicamente conectadas a través de los megas disponibles en nuestros dispositivos móviles, o el ancho de banda, Tribu salta a lo básico, a la pertenencia a un grupo, con sus relaciones atávicas y el comportamiento animal de nuestros ancestros. Esta propuesta nos traslada a ese legado intangible de comportamientos que solo son imaginables por teorías de estudiosos, e hipótesis basadas en los restos hallados en lugares en los que estos habitaron.

Tribu es, a mis ojos, un alegato a recuperar el contacto, a dejarnos llevar por nuestros instintos; a tocarnos, a olernos, mordernos y chuparnos. Solo a través del sexo el homo sapiens sapiens conecta con ese pasado primitivo, en el que las sensaciones priman sobre las imágenes o los estímulos visuales de las pantallas a través de las cuales vivimos. Esta comida entre amigos, disfrutando de la palabra emitida por bocas de personas físicas, que comparten su historia, vira hacia una orgía dominada por la autoridad, la carne, y la pertenencia a un grupo: a la Tribu, esa que no juzga, que escucha, y que apoya. Unámonos a una Tribu: compartamos nuestra carne e intercambiemos nuestros fluidos por el bien común.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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