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12.04.2019 Críticas  
El payaso insatisfecho

Henry Miller es algo más que Trópico de Cáncer y Sexus. Más allá de sus emblemáticas y polémicas trilogías, destaca también en la obra del novelista americano El somriure al peu de l’escala, publicada en 1959, y cuya adaptación se representa estos días en el Teatre Lliure de Barcelona.

Se trata de una cuidada adaptación a cargo de Marius Serra, que ha tenido no solo que traducir la historia de un gran payaso que se cuestiona su objetivo vital, sino también llevar al terreno de la tradición de pallasos en Cataluña las escenas que transcurren bajo la carpa del circo. Esto es, con usos muy específicos y concretos de las bromas y del lenguaje, fluyendo entre el castellano y el catalán en la relación entre el augusto y el clown.

El augusto de esta obra, por cierto, se llama Auguste y está encarnado por Jordi Martínez. Y lo da todo, como el payaso y como la persona, como el artista y como el filósofo, Martínez se entrega a un texto que le pone en primerísimo primer plano durante toda la obra, a veces con un punto incluso demasiado novelesco en su narración, cuando introduce o acota las frases del resto de sus compañeros de función. Está espléndido como payaso y como la persona tras el maquillaje, e imbuye de sentido vital su acercamiento al oficio y a la anarquía que este le permite desplegar.

A su lado se encuentran Joan Arqué como el empresario del circo y clown frente al augusto de Martínez, Oriol Boixader como el contra-augusto Antoine y músico de la obra junto a Tanja Haupt, y Griselda Juncà como una acróbata que maravilla al público con sus proezas de fuerza y precisión. Los personajes que interpretan sobre la pista permiten también dibujar diversos modos de enfrentarse a la vida: como el poder establecido, el que se enfrenta a él, el que lo subvierte, el que no lo entiende, el que colabora… El vestuario de Mariel Soria construye los uniformes circenses a partir de la obra de Joan Miró, quien también adaptó, a su manera, el mundo que describe Henry Miller.

La propuesta que dirige Ramón Simó es de lo más interesante, y oscila entre lo poético y lo mundano con una sinceridad que se agradece mucho.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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