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01.04.2019 Críticas  
El joven Federico

A modo de celebración del centenario en el que Lorca llega a la Residencia de Estudiantes, La Joven Compañía estrena en la sala Roja de los Teatros del Canal, Federico hacia Lorca, un recorrido por la juventud del artista, truncada por su muerte a manos del Régimen.

Tomando como inicio la muerte de Federico, comienza este recorrido circular por la vida del poeta, desde poco antes de mudarse a Madrid, pasando por Nueva York, y la vuelta a su tierra, esa de la que tanto tiempo estuvo separado, pero siempre presente, hasta que la llamada de las raíces le hicieron volver para terminar sepultado en ella.

La Joven Compañía ha contado para este aniversario, con el primer director invitado, de toda su trayectoria: Miguel del Arco. El que ahora está cosechando éxitos con la magnífica y demoledora Jauría, en su teatro, el Pavón Kamikaze, José Luis Arellano ha cedido el testigo momentáneamente (lo retoma en el mes de abril para el estreno de Gazoline, con texto del autor que ha dado forma magistral a esa Jauría, Jordi Casanovas) para que este otro director de su impronta a este montaje sobre la figura del granadino.

Complementando el trabajo de estos jóvenes, Juan Gómez-Cornejo (AAI) a cargo de la iluminación, música de Arnau Vilà, vestuario de Guadalupe Valero, y evocadora escenografía de Paco Azorín, al que echaba de menos, recuperando su espectacularidad y lo rotunda de sus propuestas escénicas.

Federico hacia Lorca ha cobrado forma gracias al buen conocimiento de Nando López del público hacia el que se orienta mayormente el montaje, y la sensibilidad y efectividad de la maravillosa Irma Correa, a la que pido que se manifieste aún más en los escenarios patrios (Irma, yo te invoco). Los dos autores han impregnado esta historia de un lirismo tal, que deja de lado en muchas ocasiones la faceta dramatúrgica de Federico, para centrarse en su producción poética; todos los parlamentos de los Federicos que pasan por escena, hablan mayormente en verso, declamando su angustia vital, creativa, y amorosa, como ese fracaso amoroso con Emilio Aladrén, única mención a esta faceta de la vida del autor.

Esta ha sido mi primera aproximación a La Joven Compañía, tras fracasados intentos anteriores, por causas ajenas a mi control, que me habían impedido presenciar el trabajo de estos actores por los que tanto cariño me ha expresado siempre mi compañero Moisés M. Alabau. Me consta que Federico hacia Lorca no es un montaje puramente de “La Joven”, precisamente por la intervención de Miguel del Arco, pero me puedo hacer una idea de por dónde van los tiros, y espero poder disfrutar del próximo en breve.

Me he encontrado con un pequeño inconveniente al acercarme a este texto, y es que quizás sea por mi próximo cumpleaños, me veo mayor para el enfoque que plantea Federico hacia Lorca. Hay que ser un iniciado a la figura de Lorca para poder disfrutar en plenitud de las intervenciones de Dalí, Buñuel, la Xirgu, las Sin Sombrero, Alberti, y (para mi sorpresa) Primo de Rivera; y con todo y con esto, me pesa el comienzo de la función, que va cobrando ritmo al llegar a la Residencia, entra en barrena en Nueva York, y realiza un sprint final hacia los tiros que acabaron con su vida. Echo en falta haber puesto el foco en ese estreno catastrófico, mencionado como anécdota, en el teatro Eslava; la relación con Latinoamérica, y, haber homenajeado a ese amor final de Federico con Rapún. Todo esto que pido sería mi ideal del montaje, y eso es un imposible, pero quizás la selección de episodios reseñables para acercar la figura de Federico a la juventud, es vaga.

Yo mismo me llevé a un preadulto a ver Federico hacia Lorca y la sensación fue esa, de salir de la sala y no llevarte un cachito de Lorca a casa, algo que te toque y pase a ser tuyo para los restos, puesto que por mucha ambientación rebelde, números musicales de trap y rap, y ese lúbrico episodio neoyorquino con final de Pasión cristiana, cualquier adolescente de los cientos que había en la sala, puedo aventurarme a decir que salieron de allí sin nada nuevo aprendido. Reforzar el mensaje de la memoria histórica, de que a Federico se le mató por rojo y maricón, y que actualmente vamos por el mismo camino, es una de las grandes ausencias que me encuentro.

La coplilla final de Federico, el llanto de la madre instando a Federico a que busque refugio, las cartas con su padre, y ese breve pasaje en el que rompe con Luis Buñuel, son los pasajes con mayor carga de todos, y con un fin claro. Innegable es que la entrega del elenco es maravillosa, que el poderío de esa estructura balanceante de Azorín da dinamismo y fuerza, y que hay originalidad e innovación en meternos en la cabeza de Lorca con todos esos Federicos luchando por crear. Digna y valiosa propuesta para celebrar al genio.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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