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28.03.2019 Críticas  
Por favor, tomemos nota

La Compañía Laboratorio Teatro comparte un importante trabajo de creación colectiva. Helen convierte en personaje dramático a la psicóloga Helen Schuckman y nos sorprende con una pieza tan palpitante en su aproximación como en el retrato del revuelto mundo interior de la protagonista. Un trabajo que define a sus creadores como eurítmica comunidad artística y humana.

La dirección y puesta en escena de Jessica Walker propicia la convivencia de escenas simbólicas y filosóficas con otras más cómicas, incluso surrealistas. Un apasionamiento no ponderado ni mesurado, cuyo arrojo es sin duda la manera idónea para defender el lenguaje interno de la pieza de un modo justo hacia la propia creación. La implicación manifiesta y el conocimiento del material de partida consigue que nos acerquemos sin ningún tipo de prejuicio ni reticencia o suspicacia. El descreimiento no tiene cabida aquí. «Ha de haber otra manera». La disposición y concepción a 360 grados resulta un gran acierto. Especialmente en lo que al movimiento escénico se refiere. Donde otras infraestructuras utilizarían un armatoste giratorio aquí se opta por un itinerario delimitado por el recorrido del cuerpo de los intérpretes, capaz de emular por aceleración centrípeta el convulso mundo interior de la protagonista.

Hay otra manera. Siempre. Lo que no es tan habitual es convertir lo peculiar en algo discernible y dinamizador de nuestra capacidad para descubrir(nos) mediante la asistencia a una representación. Algo no privativo y que niega el desarrollo rectilíneo uniforme para sacudirnos con una mágica ráfaga de palpitaciones cuya reverberación es expansiva y circular. Cada aportación supone un cambio en la dirección del movimiento de nuestra recepción, acelerando nuestra implicación y exaltación. Incluso conmoción. El centro de esta circunferencia será tanto el del emisor como el del receptor y, la función, el viaje compartido. Esto sucederá a través de monólogos y un especialísimo uso del espacio, la música y la ejecución del movimiento corporal en combinación con los objetos (mayoritariamente mesas y sillas) de este restaurante onírico del que nosotros también somos comensales.

Retroalimentación. Así se hilvana el trabajo de David Bocian, Julieta Dentone Silva, Carlos Martín-Peñasco, Julia Rabadán, Paloma Remolina Gallego, Roser Vallvé y Carola Zafarana. En total comunión artística (prácticamente litúrgica) integran texto, movimiento y música. Cada uno desde su especificidad disciplinar pero al mismo tiempo difuminando las fronteras artísticas e incluyéndolas todas. Con una naturalización, entrega y alcance que se nos asemejan como capacidades ilimitadas. El abrazo de la presencia y guía de Walker como benefactora y la colaboración de Lluls Gutiérrez, Marion Thibaut y Celeste Ramos Horta consiguen también que la iluminación (no programada) confiera un ambiente entre lo íntimo y el claroscuro que beneficia y aporta al resultado final.

Juntos nos adentramos en esta coctelera de múltiples voces y personajes (reales e imaginados) que conviven en los distintos planos de la representación. Prácticamente de la mano, transitaremos por este círculo interminable donde los pensamientos y estados alterados acechan y copan el protagonismo. Una desnudez que supera lo simbólico y crea unas imágenes hermosísimas para explicarnos el periplo de la escriba de Un curso de milagros. La psicóloga que reconoció a Dios como voz interior no estará sola en escena. También la acompañarán Bill Thetford y Kenneth Wapnick, personajes que servirán para cuestionar y propiciarán algunas creaciones y momentos álgidos (más si cabe) dentro de la función.

Finalmente, lo que resulta espectacularmente revelador de esta propuesta es su capacidad para acercar y adecuar la visión y uso de las artes escénicas que defienden los miembros de la compañía hacia el corazón de la obra y del personaje que nos explican. Esa voz interior que escucha Schuckman bien se asemeja al totémico aprovechamiento del teatro y de toda su carga simbólica que transmiten los compañeros de Laboratorio Teatro. El que nos manifiesta como individuos y al mismo tiempo grupo social. Un espacio compartido y también interior que funde la experiencia del emisor y el receptor, acompañado y transmitiendo TODO de un modo no lineal ni acomodado. Profundidad, emoción y también desahogo y esparcimiento. No hay que tener miedo a usar estos términos porque también nos representan. Y aquí la inmersión es recóndita y ofrece la recompensa de la experiencia única y compartida. Por favor, tomemos nota.

Crítica realizada por Fernando Solla

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