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27.03.2019 Críticas  
El último día (falaz)

La Sala Flyhard abre sus puertas a la nueva propuesta de Marta Aran. Els dies mentits corrobora el talento (y talante) de la autora y directora para lograr lo que pocas personas consiguen en una ficción: transgredir con sentido. La complicidad que establece con la interestelar interpretación de Lara Salvador nos arrastra e incluye en pleno recorrido de la protagonista.

Lo comprobamos con La noia de la làmpada y aquí lo certificamos. Nos gusta la desobediencia de Aran. Hacia los temas elegidos, los formatos utilizados y las aproximaciones propuestas. No hace muchos años, monólogo femenino y sexo en una misma propuesta era sinónimo de «(títulodelespectáculo).com». Y ni en ese caso se permitía la creatividad o emancipación creativa. Primero los hombres y luego, si eso, se machacaba el formato con mujeres. Monólogo cómico como sinónimo de chiste fácil y broma perpetuadora de un poder dominante falocrático y cosificador. Aquí no. Aquí hay reivindicación, hay autocrítica y hay una capacidad de interacción apabullante y muy elocuente.

Lo más destacable del trabajo de Aran como autora es su inteligencia y sensibilidad para convertir en material dramático la que intuimos ha sido una investigación en profundidad del tema. ¿Qué tema? La anorgasmia femenina. ¿Cómo fundir e hilvanar el testimonio de distintas mujeres de diversas generaciones? A partir de la confesión de quince años en la vida de una sola. No se trata de explicar un caso único sino de visibilizar cómo esta privación las (y nos) afecta como género. No solo la ausencia de orgasmos sino cómo se puede vivir la sexualidad femenina en ¿igualdad? de condiciones y de un modo abierto, franco y honesto. Este formato confesional se utiliza también para romper la cuarta pared e incentivar el debate a partir de la interpelación directa e intergeneracional.

Els dies mentits nos regala una interpretación que consigue mostrarnos la imagen que proyecta la protagonista de sí misma, completamente contraria a la realidad que vive en su interior, que gracias al trabajo de Lara Salvador también se convierte en algo tangible y compartido. Ella es la que incentiva el debate mucho más allá de las connotaciones del texto y la que hace que nos cuestionemos nuestra actitud y posicionamiento. Un verdadero torbellino de emociones que juega y busca entre el público con la mirada para convertirnos, uno a uno, en los personajes ausentes y definitorios. Un termómetro emocional cuya temperatura marca también el ritmo y las claves y registros genéricos. Nos muestra todo el recorrido hasta el rompimiento del último tramo de un modo ejemplar. Transmitiendo la dureza y crudeza (hasta la liberación) del periplo interno y consiguiendo emocionar a través de lo que hasta entonces ha sido un registro cómico. Un magnífico abanico dramático que la actriz es capaz de desarrollar y usar a modo de escudo, como la actitud que muestra su protagonista. Hasta que caen las caretas y se muestra la realidad y el (auto)conocimiento adquirido durante el viaje en forma de función.

La escenografía y vestuario de Elisenda Pérez dotan de una personalidad muy característica, tanto a la propuesta como a la protagonista. Permiten que explote toda la fisicidad que desprende el personaje y favorecen el gran desempeño corporal de la actriz, también mediante el uso que se hace de los objetos y el ambiente creado. Cifras, palabras y movimientos. El espacio sonoro de Xavi Gardés y Aran dinamiza el monólogo y se muestra como una valiosa herramienta para desarrollar el lenguaje intrínseco de la propuesta (mención también para la selección musical). Del mismo modo, el diseño de luces de Gardés, aprovecha las posibilidades de la sala y naturaliza la combinación de los planos y capas de la representación. Desde lo más íntimo y confesional a la presencia y convivencia con el público, convirtiéndolo en personaje imprescindible para que la pieza funcione. Estos factores, apoyan a Salvador como excelente dinamizadora de la propuesta. De nuevo, Aran consigue un resultado muy destacable en la dirección de interprete(s).

Finalmente, aplaudimos la valentía de autora, directora y actriz al zambullirse en territorios inexplorados (por lo menos dramáticamente) dentro del género y formato. La urgencia que se desprende de esta necesidad de sincerarse es a la vez persuasiva y revulsiva. Qué, cómo y porqué. Tanto por la realidad que refleja como por su capacidad por incluirla, transmitirla y analizarla a través de la ficción de la protagonista. Algo florece durante y tras la visita y es la posibilidad de una reflexión real y que cuestiona nuestra propia mirada de género a través de algo tan pudoroso para muchos como es la propia sexualidad. Un cóctel explosivo e incendiario.

Crítica realizada por Fernando Solla

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