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27.03.2019 Críticas  
¿Creen en el fin del mundo?

Oscuridad, de Jan Vilanova, podrá verse en la Sala Intemperie Teatro en el madrileño barrio de Malasaña hasta el próximo 14 de abril. La obra, dirigida por Gorka Lasaosa y Abel Vernet, comienza con un diálogo entre un periodista y un funcionario de un pequeño pueblo que desemboca en una situación más que extraña, en un viaje hacia la oscuridad.

Dafnis Balduz y Karlos Aurrekoetxea son los dos únicos actores protagonistas, que llevan todo el peso de la acción a través del diálogo y la caracterización de sus tan peculiares personajes sin nombre propio. Se trata de una acción limitada por la sobria escenografía (una mesa de funcionario), lo que, por cierto, activa la imaginación y la curiosidad del espectador.

En este sentido, es especialmente interesante el momento en que los personajes aluden a “los locos”, “los otros”, o las personas que se encuentran en el exterior del edificio y les miran. Por otro lado, es significativo el inteligente uso del espacio escénico al servicio de la dramaturgia y el misterio, lo que se demuestra en el juego con la puerta al fondo del escenario, sobre todo por el secretismo y la reticencia por parte del funcionario a descubrir lo que se encuentra tras ella.

El espectador está pegado a la butaca; siente desasosiego sin dejar de reír, de observar a los personajes minuciosamente. Dudamos de sus verdaderas intenciones. La conversación entre ellos, a veces surrealista, fluye rápidamente entre temas dispares, desde amenazas de muerte a la calvicie incipiente del periodista, entre otras peticiones, preguntas y situaciones no menos descabelladas, entre el miedo y la risa.

El personaje del periodista, que, en principio, mantiene un contacto férreo con la realidad y duda de la existencia o el acontecimiento del llamado ‘fin del mundo’, queda afectado cuando observa a los huraños habitantes del pueblo. A todo ello, se suma el extraño comportamiento del funcionario, que confiesa tener un negocio de comida liofilizada y murmura respuestas incoherentes, absurdas o sorprendentes, que le impiden encontrar la solución a sus problemas; el periodista terminará explotando de desesperación, rabia e ira contenida contra su vida personal. Podríamos hablar incluso de paranoia, de reconocimiento de la derrota, de contagio entre los personajes.

Oscuridad es una obra original, que engancha; teatro del bueno con dos actores increíbles; una reflexión sobre el todo y la nada; un compendio sobre las relaciones humanas, nuestros miedos y frustraciones. Destacan las últimas escenas de la obra, en que los personajes quedan atrapados y paralizados ante la inminente oscuridad. Es justo en este momento en que creemos haber comprendido, al menos parcialmente, el sentido de la obra, en que sentimos la oscuridad, nos planteamos otras posibilidades, otra manera de vivir y pensar, en que empatizamos con los personajes aun sin haber sabido nada de ellos más allá del instante en que se encuentran. Y, sin embargo, los entendemos, lo conocemos todo. O al menos, lo suficiente. No podría desvelar más sin estropeares la obra. Simplemente, se la recomiendo.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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