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20.03.2019 Críticas  
El teatro es empatía

La Golondrina, el último texto de Guillem Clua, inspirado en el ataque terrorista del bar Pulse de Orlando (EE.UU.) está siendo representada en el teatro Infanta Isabel de Madrid y protagonizada por dos grandes artistas: Carmen Maura y Félix Gómez.

La Golondrina reúne a dos personajes que conmueven enormemente, Amelia y Ramón. Una rígida y experimentada profesora de canto recibe en su casa a Ramón, un joven que desea mejorar su técnica vocal para cantar en el memorial de su madre fallecida un año atrás. La canción elegida tiene un motivo singular para él y también para la mujer que accede, a pesar de sus reservas originales, a ayudar al joven. Y hasta aquí puedo contar, lo demás debe ser descubierto por el espectador en el ejercicio de abandonar el pensamiento propio para pensar y sentir cómo lo hacen los personajes de esta obra.

El director, Josep Maria Mestres, y el autor del texto, Guillem Clua, han sabido llegar hasta nuestros corazones para hacernos reflexionar sobre el dolor, el odio o la capacidad que tenemos para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido. Qué importante es permitirnos sentir emociones intensas sin temerlas y sin intentar huir constantemente de ellas y cuánto deberíamos valorar tener en nuestra vida personas que nos quieren y nos apoyan para superar las adversidades. Duros golpes inesperados que a veces vienen en forma de odio irracional que únicamente puede combatirse con educación.

Todos sabemos que esta es una gran oportunidad de ver a Carmen Maura sobre las tablas, una intérprete madrileña a la que debemos agradecer su gran trabajo. Se mueve como pez en el agua, con admirable facilidad para trasmitir emociones y para ejecutar una labor impecable. No se queda atrás Félix Gómez, ¡qué va! Quizá le cuesta algo más arrancar pero una vez que pone en marcha el motor, no hay quien le pare.

Qué más decir del brillantísimo trabajo actoral que tiene lugar en La Golondrina: ambos demuestran grandes dosis de naturalidad, atrapándonos desde el principio con sus emotivos diálogos que siguen resonando en nuestra cabeza una vez abandonado el teatro. Y es que ambos cautivan al público con su enorme capacidad interpretativa.

Una realista escenografía, a cargo de Alessio Meloni, nos traslada al salón de la casa en la que vive la severa profesora de canto. Un piano, estanterías, fotos que traen viejos recuerdos, etc. todo muy coherente con el contenido de la obra. Además, un cielo lleno de nubes que podemos ver a través del gran ventanal y que separa lo externo de lo interno, el dolor propio del dolor ajeno. Y precisamente la capacidad de sentir el dolor ajeno es la que permite la presencia de alguna que otra lágrima en el patio de butacas.
¡Qué necesario es el teatro cuando emociona!

En definitiva, el protagonismo de esta obra recae en el mundo dramático que emana del texto y en la brillante interpretación de los dos actores. Yo les invito a no pensárselo mucho más porque La golondrina es uno de los platos fuertes de esta temporada.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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