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11.03.2019 Críticas  
Sorteando las incógnitas de la mente

Incògnit es una de esas obras que merecen ser reprogramadas de tanto en tanto, entre otras cosas, por una temática que no pasa de moda. El estudio de nuestro cerebro, de nuestra mente y de la necesidad latente del ser humano de poseer su propia identidad son cosas de las que se hablan en esta obra de Nick Payne y que se puede ver estos días en el Teatre Lliure de Barcelona.

La Cía. La InCògnita toma este texto de Payne y vuelca sobre el escenario tres historias donde la precisión y la coordinación son imprescindibles. Mònica Bofill, a la dirección, tiene en cuenta esos aspectos y todos los demás necesarios para conseguir entregar al público una pieza entretenida, algo enrevesada, interesante desde el punto de vista de la ciencia, muy conmovedora y hasta cómica en algún que otro momento (inolvidable la escena del patólogo Harvey hablando con la pandilla de hippies sobre el cerebro de Einstein…).

Aparte de la interesante temática, puede que una de las cosas más destacables de Incògnit sea el trabajo concienzudo de los 4 actores que representan cerca de 20 diferentes personajes con cambios súbitos y radicales en tan solo cuestión de segundos. Oriol Guinart, Paula Blanco, Victòria Pagès y Jordi Llordella crean ese mundo que se mueve en espacio y tiempo sobre una escenografía fija diseñada por Laura Clos ‘Closca’. En ella recrean, principalmente, a Thomas Harvey, el neuropatólogo que le hizo la autopsia a Albert Einstein y robó su cerebro en aras de la ciencia, a Henry Molaison, quien tras una operación en el cerebro para eliminar sus ataques epilépticos es afectado por amnesia anterógrada y, finalmente, Marta neuropsicóloga clínica que decide comenzar una nueva vida tras su divorcio junto a Patrícia explorando una nueva identidad.

Los cuatro actores están fantásticos, tanto en interpretación como en la coordinación necesaria para llevar a cabo esta obra por los constantes cambios de personajes, épocas y lugares. Pero quiero resaltar en particular el maravilloso trabajo de Llordella, a quien posiblemente le tocan los registros con diferencias más marcadas de esta pieza y quien no solo sale triunfante en todos ellos sino que nos enamora en su interpretación de H.M. Una sala pequeña como es el Espai Lliure te brinda la oportunidad de ver de cerca el trabajo actoral y tenemos que decir que aquí todo el elenco trabaja de forma magnífica en este sentido.

El trabajo de vídeo de Joan Rodon también es destacable, porque entre otras cosas, consigue un genial final de obra, con todos los actores en escena mirando el fondo de escenario mientras se ve un piano (pieza clave de la obra, que además no está entre el atrezzo pero lo escuchamos y lo vemos tocar…) y en el que se escucha la maravillosa versión de Little Girl Blue de la maravillosa Nina Simone.

Un trabajo, en conjunto, del que uno sale satisfecho y donde se evidencia la importancia de una buena dirección y un buen trabajo actoral para disfrutar de buen teatro.

Crítica realizada por Diana Limones

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