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01.03.2019 Críticas  
La música que liberó a los esclavos

El 35º Festival Internacional de música de Canarias cerró la temporada con el concierto Las rutas de la esclavitud, que pudimos disfrutar en Auditorio de Tenerife. Contó con la dirección de Jordi Saball, y la presencia de tres agrupaciones musicales magníficas.

La esclavitud ha sido una de las mayores fábricas de sufrimiento de la historia de la humanidad. Desde la violencia de la captura, desgarrando comunidades y familias, y el trauma del viaje, de gran mortalidad, los esclavos eran alienados de su condición de seres humanos, un doloroso estigma que pasaba de una generación a otra y cuya marca en el pasado de una familia se veía como signo de inferioridad social, intelectual y moral. Si bien esta práctica se remonta desde el mismo nacimiento de la Historia, esta obra se centra en el período entre 1444 (fecha de la primera expedición de captura colectiva en un texto contemporáneo) y 1888 (año de la abolición de la esclavitud en Brasil).

Iniciamos el viaje con una cita de Aristóteles: “la esclavitud está dividida en dos, los amos y los esclavos”. Las percusiones iniciaron la travesía de los barcos negreros y dieron paso al recitado del texto arriba mencionado, por parte de Emilio Buale, en el que los hombres de Portugal toman esclavos en Guinea. El texto leído dió el relevo a la improvisación de una djonya, una introducción cantada por el maliense Mohamed Diaby.

Los sonidos africanos cedieron espacio a una pieza más familiar, La Negrina / Gugurumbé de Mateo Flecha el viejo. Se enlazó con el son jarocho de Los Negritos, primera aparición del Tembembe Ensamble Continuo, grupo de cámara dedicado a la investigación y difusión de la música barroca hispana y el son tradicional de México y América Latina. Con músicos de México y Colombia, la sonoridad de instrumentos como el tiple colombiano, la vihuela o la jarana nos recuerdan el importante poso que produjo la comunicación musical entre Nuevo y Viejo Mundo en Centroamérica a lo largo de piezas como Mariquita, Maríao La Iguana.

Participa también el conjunto 3MA, formado por D. El Maloumi (oud), de Marruecos, B. Sissoko (kora) de Malí, y Rahery (valiha), de Madagascar. La sonoridad de los cordófonos africanos acompañó las lecturas y con improvisaciones sobre ostinatos, ejecutaron dos piezas instrumentales de origen tradicional, Kouroukanfouga y Vero.

Se suman también la cantante M. J. Linhares y el percusionista Z. L. Nascimento, ambos de origen brasileño. Si bien en canciones tradicionales como Vida aoJongoo Bom de Briga su protagonismo es indudable, también se dejan oír durante todo el programa, con un importante peso de la percusión, a la que se suman Pedro Estevan, Leopoldo Novoa y Enrique Varona.

Música antigua, criolla, tradicional africana, hispanoamericana, locución e improvisación son los ingredientes de uno de los programas más ambiciosos de la trayectoria de Jordi Savall al frente de La Capella Reial de Catalunya y Hespèrion XXI. Con la colaboración de intérpretes de ocho países africanos y americanos, treinta y dos músicos de diferentes tradiciones ayudan a componer un cuadro sobre la esclavitud en la Edad Moderna. Los cantos más alegres conviven con testimonios escalofriantes, porque la danza y la música fueron, para muchos esclavos, el único estado de libertad del que pudieron disfrutar. Especialmente dura es la lectura de los castigos contemplados en el Código de la Esclavitud de Barbados, de 1661, ya que llegan a ser perturbante el reflexionar el grado de inhumanidad al que hemos sido capaces de llegar como sociedad solo por beneficio personal.

A modo de complemento del contenido musical, un dosier con siete ensayos y epígrafes sobre la esclavitud ayudan a comprender su problemática en contexto. Un trabajo artístico con un acabado excepcional con el fin de tomar conciencia del problema de la esclavitud, que aún somete a cuarenta y cinco millones de personas en todo el mundo.

Crítica realizada por Darnell González

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