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22.02.2019 Críticas  
Pasaje al terror machista

Lo que ocupa la Sala Negra de los Teatros del Canal no es un espectáculo al uso. Los 200 metros cuadrados de instalación que conforman Macho Man, concebidos por Álex Rigola someten al visitante/espectador a una experiencia dura, reflexiva y sumamente necesaria. La violencia machista que asesina mujeres es una lacra de nuestra sociedad a la que hay que mirar de frente.

Hacer una crítica de Macho Man es un imposible. Macho Man no es una función de teatro. Macho Man es una instalación que ayudada de elementos teatrales, vídeo, audio, iluminación y mensaje consiguen que los reducidos grupos de visitantes vivan una experiencia que remueve y llena de rabia. Cada uno de los visitantes lo sentirá de maneras distintas y le tocará resortes internos completamente diferentes a los de los demás. Macho Man tiene la habilidad de ponernos a cada uno contra las cuerdas y de preguntarnos directamente a la cara que hacemos frente a la violencia machista.

En grupos de 6 espectadores/viajeros se inicia el recorrido. Unos auriculares nos guiarán por el mismo. Las voces de mujeres maltratadas nos relataran sus experiencias, pondrán texto a sus emociones. La disposición de las salas por las que iremos pasando ayudará a acentuar el significado de los relatos que vamos oyendo.

Brillante e incomoda a la vez la sala del vis a vis, donde sentados frente a frente con uno de nuestros desconocidos compañeros de viaje se nos formularán preguntas que requieren de una sinceridad compleja. Nuestras respuestas darán evidencia no solo del machismo que tenemos interiorizado. Cada sala añade detalles y capas a lo terrible que es la violencia ejercida sobre la mujer y los efectos no solamente físicos, sino psicológicos para las víctimas. El jardín con los enanitos de cuento y las muñecas maltratadas nos encogerá el corazón al hacernos caer en la cuenta de los efectos de la violencia doméstica en los hijos, vulnerables, que llegan a ver esa violencia como normal y patrón de conducta a seguir.
El juicio de la manada, el testimonio de Ana Orantes, sala a sala se nos va entristeciendo el gesto, alguna lágrima aflora en la sala de los retratos de las víctimas. Pero nada comparado con la sala final, donde un giro de guión, cruel, real, pervertido nos dejará el gesto congelado. Al salir nos espera la sala de descompresión. En la salida solo silencio, no hay aplausos, solo ira contenida, pavor, reflexión profunda. Hay que parar esto, concienciar, no darlo por sentado. Si no lo hacemos el ciclo se repite y repite, en un bucle perverso de machismo y violencia.

Admirable la propuesta, admirable la intención. Macho Man debería estar en los institutos, en las escuelas, en los centros culturales. Son 50 minutos que pueden ayudar a salvar alguna vida.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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