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20.02.2019 Críticas  
Thomas Bernhard revisado con Lupa

Un director polaco, una obra sobre el fascismo alemán, un autor austríaco y un escenario catalán. Esto es solo una esquematizada descripción de lo que estos días se puede ver en el Teatre Lliure de Gràcia; pero Davant la jubilació es mucho más que eso y cala de forma más profunda que lo que una simple frase como esta pueda describir. Es Thomas Bernhard. Y es teatro de verdad.

Es el retrato familiar de tres hermanos que nunca han llegado a independizarse y que conviven años después de que acabe la Segunda Guerra Mundial en un hogar (¿se puede llamar hogar?) donde permanecen enraizados muchos de los ideales radicales que no solo imperaron en una época, sino que aún están arraigados en ciertos sectores de la sociedad. Bernhard estrenó esta obra en el 79 pero su poderosa contemporaneidad la hace rabiosamente dolorosa. El discurso es tranquilo pero perturbador; la trama no es extensa, pero va cociéndose tan lentamente que genera tal sensación en el espectador que convierte cada acto en casi una tortura silenciosa. Y en la parte final, se entremezcla una especie de costumbrismo absurdo y un punzante sarcasmo que uno no puede por menos que reconocer que indudablemente está ante un texto con personalidad propia, fruto de una mente brillante.

En este relato cada frase es una cuchillada disfrazada de una artificial educación, donde en apariencia existen la bondad y la misericordia. No es más que un juego tenebroso, que en algún momento hasta roza la comedia pero que congela sonrisas. En esa sombría habitación solo se respira la vacuidad de esos simulados buenos sentimientos bajo el velo de un fingido respeto.

Krystian Lupa es el artífice que consigue exprimir así el texto de Bernhard y es quien además se encarga, por si fuera poco, del impactante espacio escénico, fijo durante todo el tiempo que dura la obra así como de la iluminación. Esa intención de que ni una silla cambie a pesar del tiempo refleja perfectamente las mentes de los que se sientan en ellas. Además, en este montaje de Lupa, se proyectan imágenes tanto de los personajes como de fotos históricas que ha gestionado Łukasz Twarkowski, que ocupan a intervalos el fondo de la estancia y que le dan aún más fuerza al tétrico ambiente que genera cada situación.

El elenco juega a ganar. Y lo consigue. Los tres actores, tanto Pep Cruz, como Mercè Aránega y Marta Angelat desarrollan su personaje con una escalofriante naturalidad, como si todo lo que estuviera sucediendo en esa habitación fuera normal. De los tres, las dos mujeres aparecen en los tres actos y las conversaciones entre ellas son lo mejor de la función. Y de ellas dos, Angelat destaca por su magistral Clara sin decir casi palabra. No en vano se llevó el Premi de la Crítica de Barcelona 2016 como mejor actriz principal por esta interpretación y en la última edición de los Premis Butaca, el Premi Honorífic Anna Lizarran como reconocimiento a su carrera.

Davant la jubilació está incluida en el recorrido del Teatre Lliure de Guerra i Pau como forma de preservar la memoria histórica y no olvidar lo que pasó, lo que está pasando y lo que en cualquier momento se puede repetir a la vuelta de nuestras esquinas. No deja indiferente. Pero es que no creo que el autor, en su momento, y ahora Lupa lo hayan pretendido. Obras como esta deberían ser de obligado visionado para el alumnado, el profesorado, la clase política y el civil de a pie y que sirvieran para grabarnos a fuego que el odio y el no respeto nunca llevan a buen puerto.

Crítica realizada por Diana Limones

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