novedades
 SEARCH   
 
 

16.02.2019 Críticas  
La pesadilla de Ahab

Moby Dick de Andrés Lima toma la gran obra homónima de la literatura universal de Herman Melville y la lleva al teatro La Latina de Madrid para que José María Pou brille con luz propia sobre las tablas.

Herman Melville narra en Moby Dick la travesía del ballenero Pequod en la persecución de una ballena blanca pero, en realidad, Moby Dick es la historia del capitán Ahab –uno de los grandes personajes de la literatura universal-. Se han realizado diversas adaptaciones pero la que ahora se representa en el Teatro La Latina, dirigida por Andrés Lima, nos acerca mucho más a la misteriosa figura de Ahab y su rebelión contra el monstruo marino que tiempo atrás le dejó herido.

Juan Cavestany compacta en una hora y media las casi mil páginas de la novela de Melville y la convierte prácticamente en un monólogo que nos permite deleitarnos con el trabajo interpretativo de José María Pou. Posiblemente sea la última vez que veamos a este fabuloso actor sobre el escenario, aunque muchos otros grandes de la escena también han dicho eso antes y nunca han podido aguantar las ganas de participar en una nueva obra de teatro. Ojalá que su trayectoria no acabe aquí o echaremos en falta a un grande de la escena.
Majestuosa voz y grandiosa figura que imprime una fuerte carga dramática desde el principio a su personaje, marcando un tono que resalta la personalidad de Ahab y unos movimientos que descubren la esencia de un ser humano atormentado por el dolor de su pierna apuntada. Magistral uso de los silencios que también nos muestran, junto a la voz y a la mirada, la rabia de alguien tan lleno de maldad cuya herida el alma permanece abierta y que nos puede suscitar empatía en determinados momentos. ¡Es un verdadero placer ver actuar a este hombre!

Oscar Kapoya, que a veces hace movimientos demasiado forzados, es Pip, un marinero que no cumple con los estereotipos de los hombres que se juegan la vida en el mar. Jacob Torres, que encarna a Starbuck, Ismael y otros, se dedica a criticar las decisiones de su capitán y escala constantemente por las cuerdas que acceden al palo mayor de la embarcación. Dos actuaciones correctas y eficaces aunque ésta última se queda demasiado plana en determinados momentos. Quizá tenga que ver el hecho de compartir escenario con Pou.

Otro de los puntos fuertes de la obra es la escenografía de Beatriz San Juan que nos invita a utilizar nuestra imaginación para meternos de lleno en Moby Dick. La proa del barco en el que navegan, el sillón de Ahab donde a veces reposa su personalidad, las cuerdas que llevan al palo mayor y que son escaladas en algunas ocasiones y al fondo una pantalla sobre la que tiene lugar una serie de proyecciones creadas por Miquel Ángel Raió que nos adentran en medio del océano para demostrarnos la fuerza del agua y los destellos de las ballenas. ¡Casi notamos cómo nos salpican las olas!
El fabuloso diseño de iluminación a mano de Valentín Álvarez contribuye a que también los espectadores nos sintamos a bordo de la embarcación.

Por cierto, es un maravilloso detalle incluir en el programa de mano un mapa con la ruta del Pequod desde la Isla de Natuncket a Japón y el punto exacto donde se produjo el choque con la ballena blanca. ¡Se nota que está cuidado hasta el más mínimo detalle!
Es una pena que, por el contrario, no esté nada cuidado el patio de butacas donde se desarrolla la función. Ha sido uno de los escenarios más importantes en la historia del teatro español pero, por favor, las cosas envejecen y no duran para siempre.

Independientemente de que se haya leído el libro o no, merece la pena embarcarse en esta aventura dirigida brillantemente por Andrés Lima y con una interpretación José María Pou difícil de olvidar.

Crítica realizada por Patricia Moreno

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES