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08.02.2019 Críticas  
Sucesión de textos

La Sartén por el mando llega a los Teatros Luchana de Madrid, una obra creada a partir de textos de diferentes autores contemporáneos que tienen en común la critica a los poderosos y a sus cómplices.

Vivimos unos tiempos en los que se está debilitando la fe en la humanidad, se pierde la esperanza en el progreso y la bondad de las personas se vuelve borrosa mientras vemos cómo se rompen las pautas básicas de convivencia y cada vez coge más fuerza el machismo, la homofobia, la corrupción… El populismo está en auge y ha llegado para amenazar los derechos y las libertades de los colectivos más desfavorecidos.

¿Pueden cambiar las obras de teatro las cosas? El teatro no sólo está para entretenernos o distraernos sino que nos da la posibilidad de pensar, reflexionar y tomar conciencia sobre lo que nos rodea. Y esta, posiblemente, sea la intención de Áurea Martínez -directora de La Sartén por el mando– al crear esta obra que aborda el poder de los medios de comunicación, la precariedad laboral, la corrupción que el poder ejerce en nuestros líderes, etc. Temas que acaban pasando por el escenario sin pena ni gloria y es que en determinados momentos falta esa magia o esa fuerza que hace que no apartaremos la mirada ni la mente de las tablas.

Se trata de una obra con textos de diferentes autores como Juan Mayorga, Carlos Molinero, Karl Valentín, Fermín Cabal y Arístides Vargas en los que se mezcla el humor y la crítica social. Los sketches se suceden uno tras otro pero no se explota la conexión entre ellos y al final parece que todo consiste en multitud de movimientos sin ton ni son sobre la Sala Fronteriza de los Teatros Luchana. Un lugar que por sus características propicia cercanía e intimidad con el público, algo que no logran desarrollar al máximo.

A La Sartén por el mando le dan vida Roser Pujol y Balbino Lacosta, dos actores a los que les falta cierta frescura y naturalidad en determinadas ocasiones. En cambio, me gustaría destacar un monólogo de Roser Pujol que tiene lugar hacia el final del espectáculo y que sí tiene pinceladas de soltura y una gran presencia escénica.

En cuanto a la puesta en escena, se puede decir que son los propios actores quienes sacan y meten elementos que van utilizando a lo largo de la función mientras el juego de luces y de sonido acompaña todos sus movimientos, demostrando que ambas cosas están bien conjuntadas y trabajadas.

No hay que esperar un mensaje profundo en La Sartén por el mando, todo es mucho más sutil y sirve como mero entretenimiento para una tarde de febrero.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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