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06.02.2019 Críticas  
In the Ghetto

Sandra Ferrús estrena su primera obra –El Silencio de Elvis– en el Teatro Infanta Isabel de Madrid en la que desarrolla un brillante ejercicio de sensibilización y denuncia los prejuicios que existen contra las enfermedades mentales.

Vicentín es un muchacho diagnosticado de esquizofrenia paranoide –una enfermedad mental que afecta a su forma de pensar, sentir y actuar- que tiene el alma de Elvis en su interior y que posee un curioso don: saber lo que la gente va a decir. Sufrir una enfermedad mental en un país en crisis supone no disponer de unos recursos específicos destinados a su cuidado y al de sus familiares.

Sandra Ferrús da voz a estas personas y a sus familiares que cuidan desde el amor, la desesperación y la impotencia y que luchan contra los estigmas, el sistema sanitario, el sistema judicial… Son verdaderos héroes y heroínas dignas de admiración pero a las que la sociedad no otorga ninguna importancia.

El Silencio de Elvis es un viaje al interior de la mente de Vicent que nos permite empatizar con la persona enferma y con sus familiares gracias, entre otras cosas, a los los maravillosos ejercicios interpretativos que nos muestran todos los actores. Sandra Ferrús, además de encargarse del texto y la dirección de la obra, interpreta a la hermana de Vicent (papel que reparte con Concha Delgado); Pepe Viyuela da vida al padre del muchacho, al que encarna Elías González; Susana Hernández hace de su madre y Martxelo Rubio interpreta a Elvis. Qué gusto da ver a cinco actores buenísimos tan bien compenetrados; sin ninguna duda hay que quitarse el sombrero ante el excepcional trabajo que realizan todos ellos. Dan vida a sus respectivos personajes de una forma tan acertada que, incluso, en las situaciones más dramáticas, logran transmitir emociones únicamente con gestos.

Aún me emociono recordando esta pieza teatral que supera el mero entretenimiento y trasmite una profunda reflexión sobre toda la lucha pendiente contra la estigmatización de los enfermos mentales y sus familiares. Y es que durante los 85 minutos que dura la función me reí frecuentemente aunque el texto no pretenda hacerte reír y lloré cuando acabó porque conmueve más de lo que uno se espera.
Está muy bien aprovechada la inmediatez del medio para hacernos llegar con sensibilidad y frescura hasta el fondo de la cuestión

Otro de los aciertos es que se apuesta por una puesta en escena sobria que nos traslada de un lugar a otro sin la necesidad de grandes despliegues que acaben distrayéndonos de lo verdaderamente importante. Fernando Bernués –diseño de escenografía- y Edi Naudó –realización de escenografía- nos demuestran que se puede hacer un espectáculo inmenso sin ninguna espectacularidad. Se trata de un teatro donde bastan las palabras y los gestos para acariciarnos por dentro, y es que se agradece la sencillez y el realismo que caracteriza a El Silencio de Elvis. Además, es todo un lujo que en determinados momentos nos acompañe la música del Rey del Rock and Roll. ¿Qué más se puede pedir? Iluminación y sonido confluyen para que el quinteto actoral nos muestre esta maravilla sobre las tablas.

En definitiva, una obra valiente y conmovedora que sabe llegar directamente al alma de los espectadores y espectadoras. Gracias de corazón por hacer algo así.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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