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06.02.2019 Críticas  
Dime que fue un sueño

Nueva producción de la temporada 2019 del Teatro de la Zarzuela, presentando esta vez un trampantojo con pretensiones cómicas, donde se visitan los tiempos dorados del cine en España.

Roma, finales de los años 50. Papparazzis por todas partes, persiguiendo a estrellas hollywoodienses, en los tiempos en que la meca cinematográfica se habia mudado al Viejo Mundo a rodar sus superproducciones. Don Liborio, barón de Brisa (Pablo Vázquez) junto con el Director General de Cinematografía y Teatro de España (Jorge Merino), confabulan para conseguir que Orson Wells y un afamado guionista en el exilio, estén dispuestos a dirigir y escribir una adaptación de El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, en versión zarzuela, y rodado en Cinemascope. Entre nobles italianas, divas, cantantes venidos a menos y galanes egocéntricos, se mueve esta producción, recuperada de los anales de la historia, con música de Gaztambide y libreto de Patricio de la Escosura, adaptando una ópera cómica de 1850.

El sueño de una noche de verano, aquí con dirección musical de Miguel Ángel Gómez-Martinez y de escena por Marco Carniti, está concebida como ópera cómica en tres actos, que ya falla en sus primeros momentos, por no encontrarse la gracia por ninguna parte. Pocas veces he asistido a este ateneo, y se ha sentido ese silencio tras los números musicales, y una recepción tan poco cálida.

Con una escenografía de tan alto nivel como esta de Nicolás Boni, y una iluminación muy poco agradecida de Albert Faura, el do de pecho lo deberían dar los intérpretes, y no ya por ausencia de potencia vocal, que todos la tienen, pero es quizás un libreto con adaptaciones a referencias actuales, y canciones con duración excesiva y poca gracia, las faltas achacables a que el público asistente pareciese un paisaje lunar: gélido e inerte.

Asumo que la decepción no viene de que el título de El sueño de una noche de verano, no se corresponda con el argumento de esta ópera, mas allá de la relación argumental, sino que todo pueda venir de la poca simpatía que desprenden los personajes, y del poco carisma e interés de los mismos. Vale que plantea un enredo con momentos muy locos, pero si durante el primer acto uno no puede posicionarse como partidario de uno o de otros, o empatizar con el amor de la uno por el otro, no hay quien levante este montaje hasta el final, hora y media más tarde.

Es decepcionante y desolador salir de tamaña producción, sintiendo que uno ha perdido el tiempo, y empatizando con el trabajo actoral y lírico, que está siendo tan poco agradecido con su buen hacer y esfuerzo. Quizás esta obra se mantuvo en el olvido todo estos años, por una razón, y aunque es de agradecer que se recupere este patrimonio para el disfrute de las audiencias presentes, podemos comprobar, que al igual que ahora, ni todo es bueno, ni todo merece pasar a la posteridad con glorias.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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