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04.02.2019 Críticas  
Tres poetisas y un programa de radio

La actriz uruguaya Lucía Trentini presentó Música de fiambrería, un policial verde en el IV Ciclo de Teatro Rioplatense organizado por El Umbral de Primavera en Madrid. La obra, escrita por Trentini y dirigida por Diego Arbelo, se centra en tres personajes femeninos muy diferentes unidos por un misterioso programa de radio.

Es viernes noche. Entro en la sala y me recibe una mujer de clase alta con vestido negro elegante y zapatos de tacón alto. Copa en mano, intimida a los espectadores con su mirada; posteriormente, revelará que se llama Alma. Somos testigos de una de sus fiestas. Lo sabemos porque empieza a describir a sus invitados, les incita a beber y a comer. Su risa desprende melancolía y, quizá, un tímido dolor que la abruma.

En su campo de visión, una mujer rara, con gafas de culo vaso, que será la locutora de un programa de radio nocturno llamado “Música de fiambrería”. En este momento, uno de los más bellos de la función, la actriz cambia su vestuario con un abrigo largo rojo y unas zapatillas deportivas; se adivina, a contraluz, la figura del recién llegado personaje, su cabellera enmarañada y voluminosa. Y luego: la oscuridad. Un foco la seguirá a medida que reflexiona y cuenta sus inquietudes, acompañada solamente de una débil sintonía radiofónica y un micrófono.

Ávida observadora de la condición humana, reservada, peculiar y un tanto extravagante, esta locutora, de nombre Gonzo, habla de lo difícil que es ser fea y de su incursión en la poesía contemporánea, recita versos sobre el amor en torno a fiambres, ambientados en lugares urbanos, lúgubres y cotidianos. ¿Se trata de encontrar poesía donde en principio no la hay o de describir una realidad soporífera? ¿El colmo de la genialidad o de la ridiculez? ¿Es un genio o una poeta mediocre? El público se enfrentará a las luces y sombras en el escenario y en el discurso de la locutora.

En el escenario, tan solo un set de radio y un decorado sencillo de salón-comedor. La música de Trentini y Juan Martín López comienza a imponerse e invadir la escena creando momentos mágicos, profundos. Será el medio de expresión fundamental de la nueva personaje, Alicia, una mujer de origen campesino, con vestido verde y zapatos rojos planos, de aspecto inocente. En sus cánticos, adivinamos que la casaron a la fuerza con un hombre al que no ama, que la maltrata. Vive en sus recuerdos, en los paseos en moto con el amor de su vida cuando era más joven y la canción que le dedicó. Más adelante, su apariencia infantil y dulce se va desvaneciendo a medida que planea en voz alta el asesinato de su marido.

Tanto Alma como Alicia son desgraciadas y se sienten solas, por lo que terminan por llamar al programa de radio. Ambas se sienten expuestas, ¿culpables, quizá?: «¿Qué me miran?», repiten, recordando a sus oyentes que un día ellos podrían encontrarse en su posición, en el lado del acusado. Ambas describen su vida utilizando fiambres, contribuyendo al toque surrealista al espectáculo. Para Alma, por ejemplo, la amante de su marido es una mortadela; Alicia, por otro lado, identifica las insoportables mañanas con su marido con el momento en que se encuentra cortando el salami en la cocina. ¿Terminará su marido siendo también un fiambre?

En las escenas previas al cierre de la función, Gonzo, la locutora de radio, vuelve a aparecer en la oscuridad entre el humo para informar de un crimen que ha acontecido recientemente, al que le dedica uno de sus poemas. Nos envuelve una sensación extraña. Parece saber más de lo que dice. ¿Quiénes son Alma y Alicia realmente? ¿Son una ficción radiofónica o han quedado atrapadas en ella? ¿Es acaso capaz de ver o de imaginar a sus oyentes o de predecir el futuro? Lo único que sabemos es que todos moriremos y, por lo tanto, todos seremos fiambres.

Música de fiambrería es un texto original, un relato entretenido y diferente, en que el espectador se convierte en radioyente y espectador; Trentini nos regala un excelente trabajo interpretativo en que los tiempos y cambios de personaje están perfectamente medidos y explorados, construye tres personajes femeninos muy interesantes, tres poetisas con estilo y recursos propios, tiernos y risibles a partes iguales. El trabajo de luces de Lucía Acuña y la música potencia las características de las tres mujeres, que se hacen querer. Sin duda, un montaje unipersonal deliciosamente creativo y literario; el espectador queda fascinado, suspendido y atrapado en un universo de corte surrealista, que remite a las historia de detectives y misterio, en que no existen los prejuicios o los juicios. Escuchemos pues y dejémonos hacer.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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