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01.02.2019 Críticas  
La magia de la Orquesta Filarmónica de Hamburgo

La 35º Edición del Festival de Música de Canarias nos trajo el concierto de la Orquesta Filarmónica Estatal de Hamburgo al Auditorio de Tenerife. Una formación de gran relevancia internacional que se ve reforzada por la dirección de Kent Nagano.

Este concierto fue de los más esperados en Canarias, al tratarse de una formación de gran tradición; la mayor y más antigua de Hamburgo, que ofrece unos 30 conciertos orquestales y cámara por temporada, sin contar con su presencia en más de 200 representaciones de ópera y ballet en la Ópera estatal de Hamburgo, haciéndola una de las orquestas más activas de Europa. El Festival programó para este concierto una charla introductoria a cargo del músico y divulgador Ricardo Ducatenzeiler, con la finalidad de familiarizar al espectador con las obras y los intérpretes que se escucharon.

Desde la temporada 2015/2016, la compañía cuenta con Kent Nagano como Director Titular. Un director inquieto en cuya sabiduría musical confluyen numerosas influencias y culturas, y cuya experiencia se manifiesta en la pulcritud de sus gestos, los cuales hacen que en el concierto comience a rodar el mecanismo de esa máquina perfecta que es la Filarmónica de Hamburgo.

En este concierto, la Filarmónica de Hamburgo interpretó a Mozart (Obertura de ‘La Flauta Mágica’) y Brahms (Concierto para Violín en Re mayor y Sinfonía nº4 en Mi menor). Como intervención solista, contaron con la joven violinista Veronika Eberle, que algunos críticos han denominado la sucesora alemana de Anne-Sophie Mutter.

Los músicos iniciaron con una lectura ejemplar de la Obertura de “La Flauta Mágica”, siempre bajo el atento gesto de su director, que se estructuró a través de las formidables cuerdas, un respaldo de viento uniforme y recio y unos gallardos y magistralmente acompasados timbales. Las secciones de violines construyeron una exquisita melodía en los tuttis, pero la gloria de los violines radicó en los cambios temáticos, imprimieron al movimiento un fragor y una perturbación que conforma la tonalidad anímica de toda la obra.
Continuamos la velada con el Concierto para violín y orquesta en Re mayor. Una bella introducción de la orquesta expuso todo el material de la obra, seguida de la enunciación del violín. A través de solo y el tutti, el violín y la orquesta dialogan con fluidez y naturalidad. Llegados al final del primer movimiento, Veronika nos deleito con una hermosa improvisación de Cadenza. Los más entendidos afirman que se trataba de un fragmento de una composición original, y sin lugar a dudas no dejó a nadie indiferente.
Un Adagio sustentado por la pura melodía que inició con orquesta, pero donde fué el oboe el protagonista acompañado por la sección de viento, expuso la temática principal. El violín retomó el liderato y nos introdujo en una melodía más sombría. Veronika inició un Cantabile solistico que fué inundando los sentidos con una fantasía orquestal entre octavas tenidas de trompa y arpeggios de fagotes. El Finale comenzó con una andanada sonora que disipó el romance del movimiento anterior. Un rondó de gran riqueza y contraste, que alterna entre melodías ágiles y tempos más lentos en varios compases, para retomar la fuerza y acabar con una marcha triunfal.

Tras un breve intermedio retomamos con el Concierto para Violín en Re mayor. Considerada la más clásica de las obras de Brahms, esta no carece de un apasionado matiz romántico propio de la época que representa. El Allegro non troppo con el que inicia, se caracteriza por la variaciones, envolviendo al oyente con una melodía taciturna a la par que ágil.
El Andante moderato dió paso a un tempo lento, caracterizado por un protagonismo de la sección de viento y del pizzicato de las cuerdas, generando una escena de fantasía y magia.
El último movimiento alcanzó la cima de la interpretación. Con variaciones progresivas de ocho notas, Brahms deleitó con un movimiento poderoso y recio, así como con tonos más líricos, que acabaron transformados nuevamente en tonos más fuertes.

Un trabajo formidable por parte de la orquesta, y por supuesto, su director, Kent Nagano.

Como colofón a una noche fantástica, disfrutamos de una “propina”. Una pieza compuesta por el contrabajo de la orquesta, y que dedica a los marineros del huerto de Hamburgo.

Una noche de idilio y magia, de manos de una de las Orquestas más prestigiosas, no sólo de Europa, sino de todo el mundo.

Crítica realizada por Darnell González

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