novedades
 SEARCH   
 
 

31.01.2019 Críticas  
De anillos, oro y leyendas

Richard Wagner llega al Teatro Real. Se presenta la primera parte de su ambiciosa tetralogía, El anillo del Nibelungo. Este montaje de la Ópera de Köln recrea un mundo gris. Un Rin rodeado de basura, una sociedad que traiciona por poder, una lucha sin escrúpulos por alcanzar estar en la cúspide.

Wagner despierta siempre las emociones dormidas. Si bien a Woody Allen le daban ganas de invadir Polonia, a nosotros nos traslada a un universo decadente y a la vez magnético, donde la lucha por el poder se desvelará encarnizada y carente de razón. La excelente propuesta tanto escénica como musical que ocupa el Real estos días deja grandes recuerdos en la retina del espectador.

Una gran parte del asombro que provoca esta ópera es la magistral dirección musical de Pablo Heras-Casado. Al mando de una amplia orquesta (se han suprimido dos filas de la platea para dar cabida a todos los músicos necesarios) el maestro Heras se desenvuelve como pez en el Rin. El anillo desde luego lo tiene él. Con un brío electrizante dirige la descomunal pieza. Una larga pieza que se representa sin descanso y que Heras resuelve con sobresaliente nota.

La propuesta escénica de Robert Carsen es de una profunda sobriedad, pero de un efecto impactante. Paredes desnudas y un Rin rodeado de putrefacción. Unas hijas del Rin harapientas y despechadas. Un oro que surge de un gran neumático. El castillo que se hace construir el ambicioso Wotan, un castillo que no vemos, pero del que intuimos su grandeza por los enormes ganchos de grúas que suspenden material de construcción. Las cavernas de Niebelheim donde Alberich custodia el oro del Rin. Todo es de un realismo alejado del mundo de leyenda que es la obra original, pero de una certeza escenográfica asombrosa.

Greer Grimsley como Wotan se lleva la ovación de la noche. Junto a él un excelente y equilibradísimo reparto hacen las delicias de los amantes de la ópera. Destacando a Samuel Youn como Alberich, a Raimund Nolte como Donner, a Sarah Connolly en el papel de Fricka y a Ronnita Miller que tiene un brevísimo papel como Erda, pero que consigue erizar el vello con su intervención.

Una leyenda reflejo de la crisis moral y de valores que afronta la sociedad, tanto la pasada como la contemporánea. El deseo de poder por encima de cualquier valor o principio. Ver como el anillo va corrompiendo a todo el que lo posee. A todo el que lo desea, y como finalmente ese deseo aplasta con todo. Figuras casi mitológicas vestidas de uniforme militar, y diosas envueltas en pieles, como espejo de la sociedad. El Oro del Rin se disfruta de principio a fin, a pesar de su duración, engancha por la belleza y fuerza de una partitura compleja y poderosa. Por una gran puesta en escena, y por un conjunto que en su densidad mantiene el interés en todo momento.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES