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21.01.2019 Críticas  
Las luchas perdidas de Shakespeare

Shakespeare siempre es y será Shakespeare. Apostar por un montaje con los textos y las historias del dramaturgo inglés es prácticamente siempre apostar seguro. Y, en esta ocasión, al acierto de la elección de Afanys d’amor perduts, además se suma el interés de ver una versión en una época diferente (como ya hiciera para cine Branagh 18 años atrás).

La Sala Petita del TNC se inunda de humor y de amor con un vestuario elegante y atractivo que evoca el principio del siglo XX y una escenografía plana pero efectiva para permitir las constantes entradas y salidas de los actores a escenario.

La comicidad en esta historia, donde un príncipe y sus tres amigos hacen un juramento de reclusión para dedicarse al estudio y la lectura y en donde las mujeres no pueden aparecer ni a mil millas de distancia durante un período de tres años, radica en mostrar como la naturaleza humana siempre acaba aflorando por mucha conciencia que tomemos de nuestros propósitos y de cómo nos cuesta reconocerlo.

Las idas y venidas de los cuatro hombres, luchando por esconder sus sentimientos y permanecer fieles a sus votos y el papel que juegan las mujeres que muy pronto aparecen en escena y que aparentemente dominan la situación (y a esos hombres) crea un número continuo de sketches que hacen de esta una obra enormemente entretenida.

Para asegurarse de que el círculo sea completo, además del texto Pere Planella, su director (quien celebra 50 años como director escénico) ha seleccionado con acierto a 13 actores ambivalentes tanto para el teatro más dramático como el de humor. Y, aquí, todos ellos demuestran esa bis cómica imprescindible para el éxito en la ejecución de los ingeniosos y ocurrentes textos de Shakespeare.

Arnau Puig y Sara Espígul como el príncipe de Navarra y la princesa de Francia demuestran su experiencia sobre las tablas y nos dan una lección de teatro con la soltura y la firmeza con la ejercen sus personajes. Dos actores que están en racha y que no nos sorprende en absoluto cuando se les deja hacer en el escenario. Mima Riera es otra de las que resalta, sin duda alguna, por su versatilidad en general como actriz pero además por cómo llena el ambiente solo con su presencia. Su dulce cara, su inmutable gesto y su elegante dicción le han abierto la puerta para todo tipo de interpretaciones, saldándose siempre con un excelente. Igual que Peter Vives, quien demuestra también su largo recorrido actoral convirtiéndose en ocasiones y de forma natural en el centro de atención del público. David Anguera y Aleix Melé, como los otros dos amigos del príncipe, resuelven genialmente también sus intervenciones y a pesar de no tener tanto texto como los anteriores, sus funciones son imprescindibles en el conjunto con sus toques de humor (el primero ya nos encandiló en ‘Els Jocs Florals de Canprosa’, a principios de temporada también en el TNC). Maria Calvet, Queralt Casasayas, a quien también hay que mencionar especialmente por la personalidad que consigue imprimir en Moth (su vestuario uno de los mejores), como paje de Don Adriano de Armado, interpretado por Carles Martínez, Sílvia Forns, Oriol Genís (siempre es un acierto), Pep Antón Muñoz y Laura Pau componen el resto de este gran elenco que nos presenta Planella para crear este divertido mundo ‘shakespeariano’ de ironía, amor y humor.

Decíamos que la escenografía de Bibiana Puigdefàbregas y Adelina Casanova inicialmente es sencilla pero a medida que la función va ocurriendo se va construyendo con mobiliario que entra y sale de escena, escaleras y telones de boca que bajan y suben y algunos elementos de atrezo (bicicletas, balones o instrumentos musicales) hasta que al final la sala evoca a un teatro clásico. Aunque, sólo como comentario, algo que hace algo incómoda la visualización de la obra es la platea en forma de U, si te toca sentarte en uno de los laterales, ya que hay muchas partes que son presentadas a la platea central y se pierden desde esa posición, aunque definitivamente no es un gran problema.

Finalmente, el elegante vestuario de Míriam Compte, donde no falta detalle, es imprescindible para conformar la preciosista fotografía que se toma al final, donde mujeres van con falda-pantalón y hombres de blancos impolutos, pero donde también hay cabida para el bufón, la campesina, el aviador, el caballero y el señor del séquito de la princesa que rompen con colores y vestuario muy personal la armonía inicial y le dan aún más fuerza al grupo.

Afanys d’amor perdut es entretenida, es romántica y es irónica. Es un Shakespeare del siglo XXI, pero presentada en Barcelona más de 400 años después de cuando se escribió. Y, sin embargo, Planella junto a Salvador Oliva en la traducción, han conseguido traernos el aroma del original a la Sala Petita del TNC. Totalmente recomendada para los amantes del buen teatro.

Crítica realizada por Diana Limones

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