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27.12.2018 Críticas  
A.K.A. El fenómeno teatral que arrasa

Se ha convertido en el fenómeno de la temporada. A.K.A. Also known as es una obra de pequeño formato que hizo temporada en la Sala Flyhard el año pasado y que ha sido reprogramada en el Espai Lliure del Teatre Lliure de Montjuic.

Su autor, Daniel J. Meyer, es un argentino de nacimiento que reúne una variopinta combinación de nacionalidades y culturas entre sus orígenes y que vive afincado en Barcelona desde hace 15 años. Posiblemente sea a raíz de esos antecedentes que le haya quedado tan perfectamente redonda A.K.A Also known as.

Un monólogo de 75 minutos y una sola voz. Un adolescente que se ha criado aquí, en Barcelona, pero que es adoptado y que nos cuenta en primera persona lo que significa para él no solo esa situación de su vida sino, en general, lo que vive y lo que pasa por la mente de un joven de esa edad. Carlos, el protagonista, a veces mantiene diálogos con el resto de personajes que forman parte de su vida, escenifica lo que está viviendo en ese momento o, rompiendo la cuarta pared, le explica al público lo que realmente está pasando por su mente en cada situación. Meyer juega con un elemento básico en la vida de Carlos para reflejar esas diferencias: su capucha. Si la lleva puesta amaga parte de su identidad; si se la quita aparece lo que hay en su interior.

Este es un texto que arranca cómico y sencillo. Bucles del día a día de su vida: cole, monopatín, móvil, cena, música y reuniones para personas con situaciones especiales. Todo, en apariencia, normal. Sin embargo, la trama no tarda mucho en girar y convertirse en una frenética denuncia social. Se encrudece y se hace dolorosa hasta retorcernos el intestino para dejarnos con la risa del principio congelada al final. ¿Por qué pretendemos estigmatizar al que creemos diferente? ¿Dejamos que pueda sentirse ‘normal’ el que no ha nacido aquí? ¿Hasta donde puede llegar la xenofobia del civil y de la autoridad? ¿Que es lo que más le importa a un chaval joven, sea cual sea su origen o su situación?

A.K.A. trata estas cuestiones de una de las formas en que el teatro mejor lo sabe hacer: con humor. Nos recuerda que todo puede parecer gracioso hasta que deja de serlo. Y que si no somos conscientes de estas cosas fuera de la platea de un teatro podemos acabar destrozando la vida de los que hay alrededor nuestro que, recordemos, son nada más ni nada menos que seres humanos como tú y como yo.

Para mí, el secreto de este éxito radica en que es un perfecto tándem de tres: autor, director, actor. Así que no sería justo no destacar, además de la dramaturgia, el excelente trabajo de dirección de Montse Rodríguez Clusella, quien ha conseguido extraer tantísimo y conducir de manera tan efectiva como lo ha hecho a Albert Salazar. Un actor que, a pesar de su juventud, demuestra una madurez sobre escena que me fascina. El día del estreno se le palpaban los nervios, y aunque la Flyhard es un escenario pequeño con el público muy cercano, por lo que Salazar ya debe de estar acostumbrado, un estreno es un estreno y más si es en el Lliure. Salazar supo controlar en todo momento esos nervios y, es más, ese candor de juventud que también se percibía puede que nos hiciera aplaudir su interpretación aún más. Una soberbia actuación que deja extenuado a nivel físico y mental. Salazar habla, se mueve, va en monopatín, corre, baila, se cambia de ropa en escena, se sube a las sillas, se baja de ellas; se quita y se pone la capucha muchas veces. Es un torbellino en escena. Pero es uno que no destruye a su paso, sino que construye. Construye el personaje de Carlos con tanta confianza y donde se percibe tanto cariño detrás que no extraña para nada que toda la platea se pusiera en pie al acabar. Ojo a Salazar, porque este muchacho debería estar ya en las listas de los más cotizados. Fijo que seguiremos viéndolo en más producciones sí o sí.

Envolviendo este regalo encontramos la sencilla pero efectiva escenografía de Anna Tantull que consigue perfectamente situarnos en 20m2 de la vida de Carlos sin dejar un detalle al azar (genial la metáfora del espejo de la habitación), así como la potente iluminación y el imprescindible espacio sonoro a cargo de Xavi Gardés y el propio equipo de A.K.A.

Es normal que una obra como esta, con este historial, hay ganado cuatro de los Premis Butaca de este 2018: Mejor Texto, Mejor Espectáculo Pequeño Formato, Mejor Dirección y Mejor Actor. Aún queda esta semana para verla en el Lliure y si no les da tiempo, en marzo vuelve a la Off de La Villarroel. Háganse un favor y no se la pierdan.

Ya lo he dicho muchas veces: me enorgullezco del teatro que se hace en esta ciudad. Da igual el idioma y el origen de quien lo presente. Da igual si es un clásico o algo totalmente actual. Da igual si llena 800 butacas o solo 15. La calidad no tiene fronteras. No se las queramos poner.

Crítica realizada por Diana Limones

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