novedades
 SEARCH   
 
 

19.12.2018 Críticas  
Nadie duerme

Acontecimiento por partida doble en el Teatro Real. Por un lado la bellísima partitura de Puccini con Turandot. Por otro lado la visión que Robert Wilson le ha dado a esta obra maestra. El cartel de todo vendido es muestra de la expectación creada. Expectación que se ve más que satisfecha con un resultado más que notable.

Turandot es de esas óperas que crean público y afición por el género. Fue la primera ópera que presencié en vivo, y eso marca. No solo por haberla descubierto en el Teatro de la Ópera de Budapest, sino por descubrir una composición maravillosa que despierta el deseo de ver más y más ópera. La presentación de esta Turandot en el Real ha sido acogida con gran entusiasmo por muchos. El saber que uno va a escuchar el Nessum Dorma en el Real y en la voz de Gregory Kunde ya es más que suficiente para estar emocionado.

La historia que cuenta Turandot es de esas que atrapa desde el principio. Esa princesa que despacha y ejecuta a los pretendientes que no descubren los tres enigmas que les propone. Hasta que llega Calaf y resuelve los mismos, provocando en Turandot el desconcierto máximo. Calaf ofrece su cabeza si ella descubre su nombre. Nadie en Pekín duerme esa noche (Nessum Dorma) Al final el amor vence. La historia, perfectamente equilibrada con personajes trágicos y otros desenfadados. Los tres Ping, Pang y Pong, servidores hartos de preparar posibles bodas y continuos sepelios, son una nota alegre en el drama de final feliz.

Uno de los alicientes de esta Turandot es la dirección de Robert Wilson. Creador y artista máximo que acomete no solo la parte de dirección, sino que se hace cargo de la iluminación y de la escenografía. Los montajes de Wilson sorprenden y aquí no defrauda. Ha presentado una ópera hierática, donde se ha eliminado casi por completo la parte actoral, no hay apenas interacción entre los personajes. Permanecen los cantantes casi impasibles, de frente al público, maquillados de blanco. El coro, que está tremendo, actúa igual. Esa propuesta, que en manos de otro causaría más de un abucheo en el Real, consigue aquí el aplauso y la ovación. Eso se debe a una escenografía que realza al individuo. Apoyados en un diseño de luces magistral que hipnotiza. Un alarde de aparente sencillez, pero de un virtuosismo arrollador. Se sorprende uno absorto en la belleza que componen las diferentes escenas.

El nivel de los cantantes es superior. Destacando a Gregory Kunde en el papel de Calaf. Irene Theorin como la princesa Turandot, menos afinada en el segundo acto, que en el tercero. Merecidísima ovación se llevó Yolanda Auyanet en su papel de Liu. La amplísima orquesta bajo la batuta de Nicola Luisotti suena impresionante, y eriza el vello.

Turandot es una experiencia de las que se recuerda. La mezcla perfecta de unas melodías que penetran el alma. Más de un ¡Viva Puccini! se escucha en las funciones, y no es para menos. Lujo para los sentidos. Nadie duerme en Pekín y nadie se duerme en el Real.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES