novedades
 SEARCH   
 
 

19.12.2018 Críticas  
El lamento de Ofelia

Ofelia vegetariana, de Carlota Berzal, se representó dos únicas veces en la Sala Azarte de Madrid. Este espectáculo unipersonal de teatro-danza, producido por la Compañía La Turba, se basa en la exploración del personaje shakesperiano y sus vivencias.

La Ofelia de Berzal es simultáneamente un hada delicada y un animal feroz, una mujer apasionada y aterrorizada. La protagonista entra en la oscuridad, de espaldas, mientras mueve los brazos y las muñecas delicada y pausadamente, a un ritmo robótico; tiene la mirada perdida y da la impresión de que le da pudor o miedo enseñar su cara; viste un atuendo muy acertado, a capas de azul y verde, diseñado por Mariana C.R. Suárez. Tenemos enfrente a una criatura pálida, de cuento, de agua, parece que pertenece al río, se mueve con el ir y venir de la corriente y los pequeños surcos. Dibuja el paisaje con su cuerpo en el espacio indeterminado. No nos hace falta saber de dónde viene o en qué dimensión se encuentra para quedar hipnotizados.

En el escenario, un semicírculo de zanahorias y nada más. Cada movimiento es preciso, cada hilillo de voz, cada balbuceo se convierte en un grito desde las entrañas, en seguridad aplastante. Ofelia se destapa, muestra las piernas, reivindica su voz: “No estoy muerta”, repite sin parar. El príncipe Hamlet, por el contrario, es una ficción para ella. Berzal escribe el personaje con su cuerpo, usa las zanahorias para revivir y escenificar escenas entre Hamlet, su hermano Laertes y su padre Polonio. Las zanahorias se convierten en instrumentos de resistencia, de rebeldía y de catarsis ante la figura masculina; devora sus recuerdos, los escupe: “hasta que me coma los dedos y me sangren las encías”, dice con la boca llena. Las muertes de sus familiares y el amor no correspondido alimentan su rabia y su amor propio.

La obra alterna escenas de control y descontrol extremo, experiencias agradables que se tornaron en siniestras. Destaca el momento mágico en que Berzal recuerda su alegre y esperado encuentro con Hamlet mientras da vueltas; la iluminación cambiante de Lamberto Arévalo, bajo focos rojos, destacan sus giros perfectos, que terminan por convertirse en espiral, en la puerta de entrada a una situación angustiosa y desesperada. A esta Ofelia no le importa volverse loca o mostrarse impotente y vulnerable cuando escucha la música con matices rock. Ofelia es todo, es muchas mujeres, es la fuerza y el poderío del flamenco con música de guitarras y percusión; es la delicadeza del ballet cuando danza cual geisha o maniquí mientras suenan las cuerdas. Por momentos, somos parte de una fantasía.

Ofelia vegetariana es un canto y homenaje al personaje femenino, a su papel en la tragedia y a las posibilidades de la danza y el cuerpo. En poco más de cuarenta minutos, Berzal nos enamora, nos emociona, nos lleva por donde quiere, transmite alegría y dolor, ternura y miedo. Ofelia es toda una divinidad, que se despide con su corona de luces azules. Un montaje sencillo y sorprendente, cuyo protagonista es el cuerpo; una propuesta original, visceral, con la inquietante música de Carlos Lecaros, que ahonda en los instintos de la mujer y del ser humano y su capacidad de manifestarse, de llegar a ser.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES