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12.12.2018 Críticas  
¿Solo 39? A mi me parecieron muchos más

39 escalones parecen pocos escalones. Pensándolo bien, parecen una nimiedad que podemos subir sin problema alguno. Pero si pensamos en la película de Alfred Hitchcock, todo cambia. Y si pensamos en la obra de teatro que Som-hi dansa ha llevado al Eixample Teatre; ya os digo que, de sencillo, no tiene nada.

La productora de «A força de cançons» o «Sugar», Som-hi dansa, parece tener una cierta predilección por el look clásico. Ese ambiente tenue y cálido, lleno de misterio, que impregnan todos sus montajes queda perfectamente plasmado en su última obra. Basada en la novela «The 39 steps» escrita por el escocés John Buchan en 1915 y cuya adaptación al cine por Alfred Hitchcock en 1935 encumbró el título, Som-hi dansa presenta una magnífica obra en la que no hay descanso ni para respirar.

Los 39 escalones es una de esas comedias locas con un ritmo trepidante que juega con la comedia absurda, el slapstick y los juegos de palabras. Todo muy al estilo Monty Python y del humor inglés. De esas comedias en las que todo pasa rápido (¡pero a que velocidad!). La historia, los personajes, los cambios de escenografía… Tal como te habitúas a ello, la historia da un salto para que vuelvas a conectar con ella de forma espléndida. Gran mano de Pau Doz, director de la obra, en la gestión del tiempo escénico. ¡Bravo!

Pero, ¿de qué va Los 39 escalones? Richard Hannay es un soltero canadiense de 39 años que se ve involucrado en una trama de espionaje, a raíz de un asesinato que se comete en su apartamento en el Londres de 1935. A partir de este momento, empieza una trepidante comedia de persecución, en la que Hannay intentará demostrar su inocencia y desbaratar un plan secreto que puede provocar una nueva Guerra Mundial.

En sí, Los 39 escalones es una comedia cuyo sobrado éxito proviene de la gestión de la obra por parte de los actores y actrices que participan en ella. Ellos son los encargados de hacer que no nos durmamos en los laureles y sigamos una obra con un ritmo estresante de una forma muy graciosa y simple. Estos 4 actores (3 actores y 1 actriz) interpretan a los más de 100 personajes de la película y utilizan todos los recursos teatrales a su alcance para contagiar y transmitir al público esta aventura tan emocionante como loca. Y, lo mejor de todo es que ¡lo consiguen!. Este espectáculo es todo un reto para el actor y lo superan con nota.

Javier Arroyo «Jota» es el encargado de mantener el hilo argumental de la obra. Él interpreta a Richard Hannay, el codiciado soltero que se verá inmerso, de forma accidental, en una trama de espionaje. Su personaje está siempre en escena por lo que el mayor peso del texto recae sobre él. Magnífica interpretación y fondo de atleta para aguantar todo lo que se le viene encima.

Junto a él, encontramos a Marta Tomasa quien interpreta a la totalidad de los personajes femeninos que aparecen en la obra (comentar que comparte personaje(s) con Laura Olivella). Marta es toda una experta en el manejo de sus personajes. Los años sobre los escenarios y la televisión la han hecho evolucionar de una forma fantástica. Poco queda de la Marta Tomasa de Fama o Hair. Ella pisa con fuerza y se nota en sus personajes. ¡Brava Marta, brava!

Por último, me queda nombrar a dos actores sin igual. Si bien «Jota» y Marta Tomasa son quienes llevan el peso del guión, ellos son los que llevan el peso de toda la acción. Y la verdad, aún no sé cómo no pierden el control. Xavi Duch y Rubén Yuste, tanto monta monta tanto, hacen del espectáculo una genialidad. Como pareja comica desde el musical «Sugar», no podemos más que disfrutar de esa compenetración que irradian. Se conocen. Solo les hace falta una mirada para entenderse. Eso hace que sepan, en ese preciso momento, lo que deben hacer y cómo ayudarse mutuamente en escena. Ellos hacen el gran grueso de personajes de la obra y, la verdad, no imagino qué otros actores podrían realizar semejante locura en escena. Un trabajo que bien merece un premio.

Por último, he de valorar la escenografía y de la iluminación; la cual es una atípica genialidad. Desde ese tren escondido en la escenografía y cuya traslación llevada a escena es un divertimento, hasta la persecución en moto que es, sinceramente, una de las mejores ideas llevadas a cabo en el montaje.

Los 39 escalones es una obra atípica que todo amante del teatro debe acudir a ver. Pocas obras de este estilo cómico se programan en nuestra ciudad y, ahora que tenemos una, es motivo más que suficiente el acercarse al Eixample Teatre para disfrutar de un tipo de teatro al que no estamos acostumbrados. Una apuesta segura que no deben perderse.

Crítica realizada por Norman Marsà

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