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10.12.2018 Críticas  
¡Harta de ti! (Bienvenidos vosotros)

Estamos de enhorabuena. La Perla 29 recupera 4D Òptic en la Biblioteca de Catalunya. Que Javier Daulte regrese a nuestra cartelera es un acontecimiento. Que lo haga con esta pieza que nos conquistó y enloqueció hace 15 años, un regalo. Y que, además, convoque a la misma compañía de entonces, una auténtica maravilla.

Cuando el material ofrecido es de esta magnitud, qué más da que pasen 15, 30 o 45 años (paramos aquí la cuenta, que a saber si llegaremos más allá). Antes de seguir, un consejo: aproximarse a esta obra sin haber leído críticas o reseñas descriptivas en exceso, ni siquiera el programa de mano. Los que la vimos (y repetimos) entonces, seguro nos acercamos predispuestos a dejarnos engatusar de nuevo por este juego escénico y que lo disfrutaremos como nunca. Un reencuentro con aquel espectador que éramos justo antes de entrar al Teatre Lliure, a la Sala Beckett y al Antic Teatre hace década y media. A aquel momento en el que empezó a forjarse el cambio de nuestras inquietudes, requerimientos (y también necesidades) cuando nos aproximamos a la experiencia teatral. Precisamente gracias a esta obra y autor. Por lo menos así fue para un servidor.

Un estilo que, decíamos, genera necesidad y que se consume con regocijo y placer impenitentes. Un autor (y director) que generó también un ferviente menester en nuestra parrilla escénica, ya fuera con la visita de sus propias puestas en escena, con peticiones para dirigir las autóctonas o como fuere. Así, llegaron Gore, Bésame mucho, Ets aquí?, La Felicitat, Com pot ser que t’estimi tant, Nunca estuviste tan adorable, Tres dones i un llop… La necesidad persiste. La fiebre también. De ahí que el entusiasmo ante esta nueva visita se manifieste de manera tan explícita.

Centrándonos en la actual 4D Òptic, no veremos una fotocopia ni un ejercicio arqueológico. De la estructura original se ha eliminado el entreacto y probablemente se haya acortado un poco la duración. Daulte se encarga no solo (¡solo!) de la escritura y la dirección, sino también de la escenografía (gran uso de los mínimos elementos para evocar y despertar la imaginación y portentoso diseño de innumerables entradas y salidas), la iluminación (milimétrica y gran facilitadora para que la ilusión se cree y mantenga en todo momento) y el sonido. Se mantiene la estupenda traducción de Toni Casares. El juego empieza cuando nos vemos inmersos en un laboratorio médico y en conversaciones desarrolladas a partir de un lenguaje que nos parecerá puramente científico.

Cuando ya nos hemos situado y nos sentimos seguros (aunque algo extrañados) de lo que estamos viendo y escuchando y nos reconocemos consiguiendo seguir y entender el significado del entramado, de pronto y al mismo tiempo, como si de una realidad paralela se tratase, asistimos una historia de misterio. De pronto pero no, porque progresivamente y sin que nos demos cuenta el creador ha desplegado su talento inaudito para que la convivencia genérica se materialice. La simultaneidad surte efecto y las capas narrativas se superponen, también en el lenguaje escénico. Todo está articulado de un modo mágico. Oscuros que posibilitan cambios de ubicación imposibles de los intérpretes, una constante de entradas y salidas y cambios de vestuario y personaje e historias y registros, una gran historia de amor y ambición profesional y… (hasta aquí vamos a leer). Todo funciona a la perfección. También la banda sonora. De nuevo, un 10.

Y, una vez más y como entonces, el reparto. No cabe duda de que este proyecto marcó un antes y un después en sus carreras. Lo que fue un ejercicio de creación colectiva muy bien dirigido es ahora un reencuentro al que se suma el recorrido de todos los intérpretes durante este tiempo. Un cóctel explosivo cuyos ingredientes tienen nombre y apellido: Antònia Jaume, Nuria Legarda, Sandra Monclús, Nora Navas, Carme Poll, Jordi Rico, Albert Triola y David Vert (Quim Dalmau, in memoriam). Ellos son los embajadores de este canto de amor al teatro y a sus infinitas posibilidades. Con ellos, también hemos madurado como espectadores y reencontrarlos aquí, nos produce una emoción considerable. Su trabajo físico y adecuación a los requerimientos de la propuesta es impecable y mudan de registro con una aparente facilidad que a la vez mantiene algunos rasgos característicos para que sigamos el hilo con la ilusión de ser nosotros los que hacemos los descubrimientos cuando en realidad son ellos unos conductores de excepción.

Todos mantienen un estilo propio y a la vez generan un ambiente conjunto cómplice y maravilloso. Se mueven por el espacio (cuyo nuevo hogar le sienta de maravilla a la pieza) de manera constante, integrándose en esta deliciosa realidad paralela con la misma entrega que la primera vez. El vestuario de Marian Coromina ayuda y facilita este constante cambio con agilidad y verosimilitud. Precisamente verosimilitud sería la palabra para resumir las interpretaciones. Tanto hacia los personajes como hacia los distintos géneros convocados. La ternura que desprende Jaume en todo momento con su mirada eminentemente comunicativa; lo arrebatadora que se nos presenta Legarda (que gran reencuentro verla sobre las tablas de nuevo) y lo sorprendente y divertido de cada transformación; lo deliciosamente desatada que se muestra Monclús; la inapelable y desternillante vis cómica de Navas así como su movimiento escénico y su expresividad; el dominio del lenguaje de Poll; la versatilidad y brutal mutación de Rico; el magnetismo desaforado de Triola y la dignidad que confiere Vert a su(s) personaje(s) no exenta de gamberrismo cuando así se requiere… Toda descripción se queda pequeña. Hay que verlos. Pletóricos e hipnóticos. Magníficos. Qué bien poder chillar todos juntos y una vez más ese «¡Harta de ti, Gina!»

Finalmente, 4D Òptic insufla un soplo de aire fresco a nuestra cartelera. Todavía a día de hoy y después de todo este tiempo, Daulte es un creador tan insólito como extraordinario. Influyente en muchos pero nunca superado, ni siquiera igualado. Nadie como él es capaz de convertir lo extravagante en un todo rebosante de un sentido interno tan bien tramado. Especialmente en esta pieza que, a pesar de su alcance universal, parece encontrar una gran cómplice en la ciudad de Barcelona y a la vez ofrecer refugio a todo espectador que encuentra en las artes escénicas su propia y doble realidad paralela: la de la evasión mediante el autoconocimiento. ¡Hasta la próxima! ¡Y que sea pronto!

Crítica realizada por Fernando Solla

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