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23.11.2018 Críticas  
La OSV llena el Palau de la Música de ciencia ficción

Poco a poco la banda sonora se va haciendo un hueco permanente en las programaciones de música sinfónica de los principales auditorios nacionales. Este mes de noviembre le ha tocado al Palau de la Música de Barcelona, donde la Orquesta Sinfónica del Vallés, habitual del subgénero, ha presentado su concierto Una galàxia de músiques sobre cine de ciencia ficción.

Y, como ocurre con la Fuerza en Star Wars, el espectáculo también ha tenido su lado oscuro. Una galàxia de músiques se compuso de un total de 14 temas de otras tantas películas, algunas (principalmente las de John Williams) habituales en esta clase de conciertos, como Parque Jurásico, Superman, E.T. o La guerra de las galaxias, y otras que es más difícil escuchar en directo, como los temas principales del Frankenstein de Patrick Doyle, el Fahrenheit 451 de Bernard Herrmann, El planeta de los simios de Jerry Goldsmith o Cocoon de James Horner. Todo acompañado de fotogramas proyectados en una gran pantalla, en una producción que alternaba con cámaras que nos daban otros puntos de vista del trabajo de la orquesta, e hilado por una ficción personal escrita y narrada por Iván Morales.

Las luces y las sombras se reparten por el conjunto de todo lo dicho. Empezando por el programa que entregaba el Palau, donde constaban las películas, los compositores y los años de nacimiento y defunción de los mismos, pero no los años de las películas ni, más importante, las piezas que se iban a tocar, con una destacada excepción: el Así habló Zarathustra de Strauss para 2001: una odisea del espacio. Para hacernos una idea de lo anormal que es no citar los temas que se van a ejecutar, sería como asistir a un concierto de arias de ópera y que el programa no especificara los títulos de las mismas.

Si bien la interpretación de la orquesta, dirigida por Rubén Gimeno, fue generalmente correcta, en particular la sección de cuerdas, sí que hubo algún que otro desajuste en la sección de viento, de manera destacada en el saxofón solista de Blade Runner, con unos portamentos mucho menos nítidos de lo que pide la pieza de Vangelis. Alguna orquestación no fue del todo acertada, para nuestro gusto (el final del Main Theme de Star Wars, por ejemplo), aunque eso ya es opinable; como lo es el buen gusto de la combinación de temas de Star Trek, de un Alexander Courage pasado por el filtro latino a Jerry Goldsmith.

Sobre las proyecciones, las relativas a la orquesta eran muy interesantes, permitiéndonos acceder a puntos de vista diferentes de trabajo del conjunto. Entre los fotogramas elegidos había sus más y sus menos (¿por qué se reincidía en el Frankenstein de Boris Karloff si la pieza del concierto era del de Robert De Niro?), pero el gran problema fueron las continuas interrupciones de Iván Morales.

Y sí, digo interrupciones, porque el monólogo sobre su relación con su padre, unida por el cine, a veces se extendía durante las notas de un tema o en medio de este, obligando a adaptarlo para extender el inicio de la fanfarria de Superman o las siniestras notas de Alien. Con dos momentos mal planteados de fotografías familiares en pantalla grande, pobremente distribuidas en directo, sin relación con el concierto y con un foco que lanzaba destellos sobre las imágenes. A la salida del espectáculo, todos los espectadores a nuestro alrededor coincidían en que no habían aportado nada interesante a la velada y que era un elemento que sobraba y cansaba.

Y estamos de acuerdo: la breve aparición tras el intermedio de Àngel Sala, director del Festival de Cine Fantástico de Sitges, incluso siendo general y poco concreta, tuvo más valor que esa historia de un hombre y su padre, unidos aleatoriamente por las películas de ciencia ficción como podían haber sido comedias o westerns.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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