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21.11.2018 Críticas  
Gracias, Manuel Díaz

Mauthausen: La voz de mi abuelo es el sleeper de la temporada. El relato de este superviviente, adaptado por Pilar G. Almansa e interpretado por Inma González dando vida a su abuelo, le ha puesto muy difícil a todo lo que queda por estrenar hasta mediados de 2019, para que le alcance en emoción, precisión y recibimiento unánime del público y crítica. Todo elogios, todo cierto.

Mauthausen (pronunciado ‘Matáusen’, como seguro que lo explicaría el propio protagonista), es el relato de los tumbos que fue dando Manuel Díaz, hasta acabar en el campo de concentración nazi, con un triángulo azul bordado a la pechera de la camisilla, hasta la llegada de los americanos, y más allá. La actriz que lo interpreta, Inma González, ha rescatado los recuerdos grabados de su abuelo, y puestos en mano de Pilar G. Almansa, han cobrado la forma que disfrutamos en Nave 73, dando una vez más en el clavo en cuanto a programación de calidad y montajes memorables.

Quiero ser breve, tirando a muy breve, porque poco más quiero aportar mas que vayais a verla y opineis por vosotros mismos. Creo que no es casual que el público que llenase la sala no fuese el fiel de Nave 73, y rozase lo variopinto, y esto no es mas que el efecto llamada, o el boca oreja. Mauthausen es la obra a recomendar hasta a tu vecina la del sexto que nunca sale de casa, porque es apuesta segura: caballo ganador. La emoción que destila, y lo entrañable del relato, me acerca a lo que sentí en su día (salvando las distancias y comparaciones, claro), con «La Piedra Oscura»; quizás el nexo que los une sea aún más grande de lo que aparenta en superficie, pero en los aplausos finales es lo primero que me vino a la cabeza.

Mauthausen es un pelotazo teatral que se merece doblete (lo siento Inma González) para que todo el mundo que quiera, pueda verlo, porque una sesión los domingos se queda corta. El trabajo de la actriz es sublime, y es que cuenta con un gran referente que le toca bien de cerca. No he investigado mucho para averiguar si Manuel falleció hace mucho, pero asumo que Inma le llego a conocer, porque los dejes, la expresión corporal, y la inmersión que realiza para poner en pie a su abuelo, depende de un conocimiento mas que profundo del personaje. El trabajo de ser su abuelo debe ser aún más agotador que el ponerse en la piel de digamos un Hamlet, pero aquí mi ms sincera enhorabuena, porque ese esfuerzo y ese cariño es un 80% del éxito de este montaje.

Pilar G. Almansa ha puesto aquí toda la carne en el asador, y el texto es una máquina suiza de relojería que mueve los resortes de la audiencia a su antojo, llevándonos de la congoja, a la sonrisa, a la angustia, a la carcajada, y todo ello, tras un punto y seguido. Mauthausen es corazón, y agradezco que tanto ella, siendo «ajena» al personaje, haya tratado con tanto cariño a este ser excepcional que fue Manuel Díaz, cuyo testimonio merecería una gira por salones de actos de colegios e institutos. Es una lección de historia, indeleble, de una hora y cuarto, que no ya solo nos transporta al horror de los campos de prisioneros, sino que nos habla de humanidad, de superación, del optimismo que tal día como hoy a estas horas yo ya he perdido y no son ni siquiera las diez de la noche.

Gracias Inma, por regalarnos un pedazo de tu historia. Gracias Pilar por hacerlo todo tan bonito, con un diseño de escenografía mágico y evocador. Gracias Nave 73 una vez más por ser certeros y tener tan buen gusto. Y gracias a la lección de vida tan grande que nos regala Mauthausen, y a la emoción que aún hoy, escribiendo esto, me embarga.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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