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19.11.2018 Críticas  
Distopía paterno filial

La Sala Versus Glòries vuelve a confiar en Roc Esquius y estrena su nuevo texto. ELI es una pieza que mantiene una interesante relación con el estilo del autor que, en esta ocasión, circunscribe su distopía en el ámbito de las relaciones paterno filiales y se centra en dos personajes y sus dificultades para relacionarse.

Cómo comunicarse cuando las palabras necesarias no aparecen y las barreras y miedos nos sobrepasan. Cuando los vínculos se han roto y todo adquiere un tono de reproche. La posibilidad de ayuda de la realidad virtual como algo tangible y demostrable y que rompe fronteras entre la ficción y la existencia. La imposibilidad de verbalizar nuestras necesidades y por tanto de hacerlas evidentes ante aquellos que más nos importan. De nuevo reproches. Quizá muestras de nuestras inseguridades y nuestra insatisfacción hacia esta incapacidad de ejecutar el lenguaje como herramienta comunicativa. Y de repente, un regalo de cumpleaños. Un objeto que lo cambiará todo.

ELI cuenta con una hábil escenografía de Jordi Bulbena que sabe utilizar los elementos imprescindibles para que todo suceda y se desarrolle con verosimilitud. La combinación con el diseño multimedia de Xavier Pijuan delimita muy bien lo que sucede dentro y fuera, no solo de las estancias sino también de los personajes. Se secuencia y estructura el desarrollo narrativo de la pieza y se integran los dos lenguajes de un modo unitario que facilita que todo se desarrolle como debe. En este terreno, la iluminación de Kiko Planas y el espacio sonoro de Jordi Bonet delimitan, amplifican y codifican siguiendo los patrones del género las posibilidades de entradas y salidas del particular espacio de la sala.

La dirección de Antonio Calvo maneja las particularidades de la propuesta y consigue superar el extrañamiento inicial y con el que nos enfrentaremos hasta el último tramo de la función. Renuncia (al igual que el texto) a que la sorpresa venga de una constante ida y venida de giros argumentales y se centra en el desarrollo de los personajes y en el trabajo con los intérpretes. De este modo, tanto Pep Antón Muñoz como Jaume Casals captan la delicadeza y profundidad de sus personajes y remarcan su evolución tanto a partir de sus silencios como de las conversaciones que intentan o consiguen mantener. El recorrido será progresivo y verosímil y consiguen un buen entendimiento y acompañamiento durante toda la pieza.

Tras Sàpiens nos gusta comprobar cómo el autor invierte de algún modo las tornas sin renunciar a sus señas de identidad características y que ha ido afianzando espectáculo tras espectáculo. Si allí el contexto para la historia ficticia de los personajes era evidentemente cercano y colindante a la realidad social del momento, aquí no se concreta tanto en lo exterior y, aunque contiguo, todo adquiere un tamiz más universal.

Finalmente, ELI nos sigue mostrando la habilidad de su artífice para la mezcolanza genérica y la creación de personajes reconocibles y con los que nos podemos identificar mucho más allá del caso concreto e individual que representan. Esquius persiste en la normalización e inclusión de la ciencia ficción en el ámbito dramático con esta pieza que, además, encuentra una puesta en escena más que adecuada y de la que se beneficia en todo momento.

Crítica realizada por Fernando Solla

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