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18.11.2018 Críticas  
Cautivador y liberador punto de encuentro

El Escenari Joan Brossa facilita una hermosa y más que feliz reunión con Mexicatas, un espectáculo que compartimos de un modo muy especial con ocho actrices que se adueñan del escenario y nuestros corazones y nos llevan a un lugar interior tan profundo y emotivo como, finalmente, liberador. Una visita que nos cautiva desde el primer momento.

La presencia de la pieza en este equipamiento teatral es algo que multidimensiona tanto lo que explica como lo que significa. El uso dramático del espacio y la distancia es algo muy interesante y bien tramado e integrado en la propuesta. No se trata de una función de formato exclusivamente testimonial aunque hay mucho de eso en el desarrollo de las situaciones recreadas. Persona que está y se siente (por lo tanto es, ¿o no?) de aquí y que precisamente por este desplazamiento traza un segmento invisible entre dos continentes. Territorio geopolítico que no tiene porque ser coincidente con el anímico. Estado, país, comunidad, provincia, ciudad, barrio. El Born como protagonista de un momento muy representativo de la función. El Escenari Joan Brossa como lugar donde la confluencia o circunscripción será posible.

La dramaturgia de Sergi Belbel acierta y sabe cómo recoger el testimonio de las ocho mujeres y su realidad. Trabaja a partir de sus propias experiencias y aportaciones y se adueña de las mismas para devolvérnoslas (a ellas y a nosotros) en forma de escenas independientes que combinan de un modo magnífico lo individual con lo coral. Unos textos tras los que parece desaparecer y que semejarán surgir de la llaneza, franqueza, sinceridad y confianza más espontánea de las intérpretes a tiempo real. Sabe captar todo el recorrido hiperestésico y mantener el punto de vista femenino en todo momento y sobretodo mostrar sus porqués. Aquí, desde aquí y ahora.

Nunca condescendiente. Irónico y punzante y mostrando el anverso y reverso de esta catalanidad de la que formamos parte y que de un modo en apariencia imperceptible imponemos ya no a los que nos visitan sino a los que se quedan. También incluyendo en el discurso la alabanza de las protagonistas hacia la resistencia y defensa de unas señas de identidad que precisamente por este alegato de lo propio nos une todavía más a ellas. Nunca será lo mismo descubrir y vivir (en) Europa y España si se hace desde Catalunya (la «ny» es importante). Algo que forma parte de nuestra (la de todos, artistas y espectadores) cultura y que quizá hay que replantear antes que sepultar u olvidar porque también nos define y por lo tanto, representa. Aunque sea por contraste o voluntad de distanciamiento histórico y cultural o por compartir país autócrata.

Antonio Calvo sigue en esta misma línea y su dirección consigue que la puesta en escena sea idónea siempre teniendo en cuenta los requerimientos de la propuesta. Un espacio vacío, en el que la iluminación de Kiko Planas y el diseño de sonido de Jordi Bonet jugarán un papel muy importante. Ocho sillas que muestran y evocan con su colorido ese México referencial y punto de partida. El trabajo de y con las actrices es sin duda (y junto a la gran aportación de las mismas al contenido del texto) lo mejor de una función excelente. Mujeres que se mostrarán a partir de tradiciones, de aquí y de allí, no por contraste sino por asimilación. La suya propia. Comida, palabras (significado e intención), pronunciación, actitud, comportamiento. Idealización, desengaño… El trabajo de la compañía Cor de Maguey es realmente fascinante y muy importante, ya que confiere un gran valor. Siempre a partir de la feminidad y hablando también de los grandes lastres que lamentablemente nos unen más que nos diferencian (violencia, clasismo, machismo, egoísmo y un largo etcétera).

Su entendimiento para los momentos corales es un punto fuerte que no oculta la valía y aportación de cada una de ellas a nivel individual. Si Mexicatas llega de este modo tan arrebatador es, precisamente, gracias a ellas. Al trabajo previo y a su traslación sobre el escenario. Merlene Avendaño (brutal explicación del dicho «setze jutges mengen fetge d’un penjat» que además ha aportado un toque distinguido al vestuario y las coreografías), Lupe Cano (optimismo y positivismo y gran facilitadora de la comicidad más espontánea), Esmeralda Elizalde (muy emotiva su exposición del punto de encuentro entre el Mercat del Born y el Tenochtitlán), Ariadna Ferreira (eminentemente comunicativa y punzante en su desgarro y conmovedora en su exteriorización del medio a residir en territorio de nadie), Mónica Mar (grande su Llorona), Thania Paulinni (y su divertidísimo dominio de los distintos acentos), Nadia Zúñiga (y su enorme explicación del significado de «tothom») y, por supuesto, nuestra Frida Kalho particular, Marisol Salcedo (qué profunda mirada y qué arrebatadora sonrisa, por siempre jamás, imposible pronunciar la vocal neutra sin rememorar su aportación al espectáculo). Momentos álgidos dentro de un conjunto no menos destacable, que incluye el sentido del humor como un elemento de análisis muy potente. ¡Qué gran trabajo el de las ocho!

Gracias, gracias, GRACIAS infinitas a todas por vuestra generosidad y valentía al mostraros de esta manera. Por hacernos partícipes y por enseñarnos cómo somos. Desde luego (y por la habilidad y disposición en vuestro trabajo y acompañamiento) no solo acuñáis el término que da título a la obra sino que nos denomináis a todos los demás. Tras asistir a vuestra función (que ahora también es nuestra) y si me lo permitís, os hago llegar una afirmación-petición, ya que me siento como tal. Porque estoy aquí, un aquí que habéis creado vosotras con este espacio compartido y que se me ha quedado muy dentro. Yo también soy (¿puedo?) una de vosotras, queridas Mexicatas.

Finalmente, esta hermosa pieza nos enseña una realidad explicada en primera persona cuyo calado es tan potente y revelador como inclusivo. A través de la experiencia compartida nuestra mirada nunca más podrá ser externa porque formamos parte ineludible de lo que se está mostrando. No se nos explica sino que nos explica. Un ejercicio tan saludable como necesario. Un punto de encuentro inolvidable que nos lleva de la alegría al llanto. Un estallido en el que la añoranza y la melancolía se entreveran con la ilusión y la celebración de una multiculturalidad que nos impregna, entiende y resuelve como grupo social.

Crítica realizada por Fernando Solla

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