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09.11.2018 Críticas  
Reírle a la tragedia

Reírle a la tragedia es lo que hace a la perfección Claudio Tolcachir con esta obra que estrenó en el 2005 como autor y director y que ha girado por todo el mundo en 22 diferentes países. Ahora, tras haberse visto en el Temporada Alta, quien coproduce junto a la compañía argentina Timbre4, se instala en el Teatre Romea donde el propio Tolcachir está al frente de su dirección.

L’omissió de la família Coleman es la historia de una familia desestructurada en su base, pero que ha aprendido a convivir con esa situación de forma natural. Un hogar con un padre desaparecido, una madre infantilizada, hijos con problemas de alcohol y cleptomanía o con desórdenes mentales, que han vivido situaciones que marcan hasta al más pintado pero que, aún y así, han aprendido a vivir esa vida (y hasta disfrutarla, en cierta manera) llevando todas esas mochilas a cuestas.

Para el humor negro, una historia como esta es un caldo de cultivo perfecto. Lo que no es tan fácil es conseguir que una obra entera que nada entre la comedia y la tragedia y de casi dos horas de duración mantenga el mismo ritmo elevado de distracción, que la dialéctica juegue con la ternura y con la incomodidad sin molestarse y que consiga con todos esos ingredientes el justo equilibro para que cuando se baje el telón tras la última cuchillada en el estómago, uno no salga del teatro con un amargo regusto, sino que siga manteniendo la sonrisa que ha tenido de principio a fin.

La mezcla de frescura, de humor negro, de entretenimiento, de realidad y de absurdo pero también de nobleza que se respira está tan compensada que sientes alegría y tristeza a partes iguales. La traducción del texto original al catalán (imagino la misma historia con acento argentino y sé que me encantaría) a cargo de Jordi Galcerán ha sido un gran trabajo para poder importar todas esas facetas sin perder ninguna de ellas en la transformación.

Los Coleman se sostienen todos por un mismo eje: la abuela. Por eso, la selección de la actriz que encarne a su personaje es esencial para el resultado. Para la versión catalana, el trabajo de Francesca Piñón es magnífico, diría que irremplazable. Pero podemos decir que no es el único a resaltar. Sergi Torrecilla me dejó con la boca abierta: de admiración y de lo que me llegué a reír. Tras haberlo visto en papeles tan intensos como el de ‘Boscos’ o ‘El poema de Gilgamesh’, ahora Torrecilla nos ofrece una bis cómica-seria que interpreta a la perfección en el papel de Salva, el hijo con discapacidad. Con un gran esfuerzo (siempre digo que es más fácil hacer reír que llorar) y su buen hacer sobres las tablas, se está ganando ya un importante puesto dentro del ranking de actores del panorama catalán. A Vanessa Segura ya la teníamos fichada en esto del humor fino con ‘Fairfly’ y vuelve a demostrar que puede hacerlo muy bien. E Ireneu Tranis es otro de los bastiones en La familia Coleman, quien encarna posiblemente uno de los personajes algo más complicados al poner el contrapunto serio y amargo en medio del ambiente pueril y alocado de esa casa. Roser Batalla, Bruna Cusí, Josep Julien y Biel Durán completan este elenco en el que todos encajan a la perfección y en el que todos hacen un trabajo excelente en el ensamblaje de la gran coreografía tanto oral como física que presenciamos durante todo el montaje.

El mobiliario en escena a cargo de Joana Martí donde se recrea tan solo el caótico hogar y una habitación de hospital sin apenas cambios y el vestuario destartalado que ha creado Nídia Tusal junto a un juego de luces sencillo pero efectivo de Albert Faura suman al conjunto consiguiendo transportarnos aún más a ese alocado lugar llamado Familia Coleman.

Yo me reí mucho; yo lo disfruté de verdad. Me parece un texto punzante y ácido, pero tierno y muy divertido. Me parece que entretiene; que te hace pasar dos horas dentro de otro mundo y fuera del nuestro que también es punzante y ácido, pero desgraciadamente real. Es, entre otras, una de las cosas que le pido al teatro y L’omissió de la familia Coleman me lo da. ¡Gracias!

Crítica realizada por Diana Limones

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